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miércoles, 7 de febrero de 2018

Tenemos que hablar de Kevin, de Lionel Shriver

                Tenemos que hablar de Kevin es una novela de la escritora y periodista de origen estadounidense Lionel Shriver. La novela fue publicada en 2005, y es relativamente extensa (608 páginas).
                La protagonista, Eva, tiene un negocio de elaboración de guías de viaje que le hace vivir una vida desahogada junto a su familia. Ella misma es la narradora de toda la historia, y lo hace en primera persona, pero de un modo un tanto peculiar: mediante cartas enviadas a su marido, Franklin.
                Así pues, es una novela epistolar, redactada a base de cartas. La forma en que está escrita me ha recordado a lo que leí en Cinco horas con Mario de Miguel Delibes, por la sensación de ser toda la historia un monólogo, si bien en la obra de Delibes la narradora emitía su monólogo junto al ataúd de su marido, y en Tenemos que hablar de Kevin, la protagonista cuenta su monólogo mediante cartas. Ambas novelas comparten la visión desde el punto de vista de la protagonista: sus pensamientos, sus juicios de valor, sus inquietudes y su forma de ver y vivir la vida. Salvando las diferencias por lo distintas que son ambas historias y sus personajes, existe ese paralelismo en la forma de contar la historia.
                Los personajes principales, aparte de la protagonista, son su marido Franklin y el que da nombre al título, Kevin, el hijo de ambos. Personajes muy bien definidos, siempre desde la subjetividad de la narradora, pero muy reales y verosímiles.
                En cuanto a la trama, es lineal, y comienza con la protagonista mostrando su vida actual y dejando entrever un suceso traumático, relacionado con su hijo, del que se irán conociendo todos los detalles poco a poco. Después, la narradora da un salto atrás en el tiempo y vuelve hasta el punto de su relación en que decidieron tener un hijo. A partir de ahí, la historia avanza de forma lineal hasta la conclusión de la novela.
                La visión de la narradora/protagonista es muy realista. Trata temas como la maternidad, la vida en pareja, la conciliación de vida personal y laboral… y el más importante, cuya pregunta flota durante toda la novela: el origen de la maldad.
                No es una historia alegre. En realidad, es muy cruda y dura, en muchísimos aspectos. La realidad tan verosímil que muestra esta novela puede dejar mal sabor de boca a más de uno, pero pese a ello, reconozco que es una obra magnífica. Es muy fácil sentirse identificado con infinidad de situaciones, verse atrapado como la protagonista, compartir su ansiedad y sus dudas, en definitiva: meterse en su pellejo. Y es por ello que, pese a que el ritmo de la historia comienza de forma extremadamente lenta, al poco tiempo se acelera y se vuelve tan interesante que no he podido parar hasta terminar de leer, para saber cómo acaba.

                Si estáis en un momento de bajón, o si os estáis planteando tener descendencia, no es una obra que os vaya a ayudar. Pero si queréis meteros un chute de realidad (dentro de lo que sabemos que es la ficción literaria), esta historia cumplirá con creces vuestros deseos. Está bien escrita, hay multitud de preguntas abiertas sin respuesta, la dosificación de la intriga es perfecta… Después de muchos días de haberla terminado, aún revolotean por mi cabeza las situaciones que aparecían en la novela. Muy recomendable.

lunes, 30 de enero de 2017

Los restos del día, de Kazuo Ishiguro

                La novela Los restos del día, del autor británico de origen japonés Kazuo Ishiguro, recibió el premio Booker en 1989, año en que se publicó. Es una novela poco extensa, de 256 páginas.
                Ambientada en la Inglaterra posterior a la II Guerra Mundial, narra la historia de un mayordomo, míster Stevens, que por primera vez en mucho tiempo, dispone de una semana libre para hacer un viaje. Queda muy bien reflejada en la obra la vida y el funcionamiento del servicio doméstico de la clase alta, las tareas del oficio de mayordomo, así como las preocupaciones políticas de la época.
                El protagonista es el propio narrador. Y en este caso, encontramos una de las figuras, desde mi punto de vista, más difíciles de perfilar en una novela: el narrador poco fiable. No es más que la subjetividad del protagonista llevada a un extremo, pero pienso que, técnicamente, es muy difícil conseguir el efecto perfecto. Y, en este caso, está conseguido. Y bien conseguido, de tal forma que el lector tendrá que leer entre líneas, averiguar lo que no se dice, el por qué pasa lo que pasa, y, por último, y no menos importante: por qué la novela se titula así.
                La trama está estructurada en forma de diario, donde el narrador va transmitiendo sus vivencias diarias, intercalando el presente con distintos episodios de su pasado, que al final convergen para completar la historia.
En cuanto al estilo, acompaña perfectamente tanto al personaje como a la función que desempeña y la época en que vive: pulcro y refinado. Los diálogos tienen la máxima corrección posible (por eso de la flema inglesa).
El tema principal podría sacarse de una palabra que hacer reflexionar al protagonista: la dignidad y lo que para él significa. Toda la vida del protagonista gira en torno a dicho concepto, y aunque cada lector encontrará su propia lectura de la historia, la dignidad siempre estará flotando e impregnando todas las situaciones.
                Es una historia psicológica, introspectiva. La exposición de unos hechos vividos de una forma que, con el paso del tiempo, toman su verdadero significado. La grandeza de esta novela no está en lo que hay escrito, sino justo en lo que falta: lo que no se dice, pero el lector supone, lo que el narrador calla, pero el resto de personajes apuntan. Al margen de la empatía que se puede generar con el protagonista, el lector vivirá la novela como una experiencia en la que nada es lo que parece, buscando el significado de todo lo que sucede, el cual se va descubriendo poco a poco.
                Me ha gustado mucho. No es una lectura alegre, pero incita a reflexionar sobre la vida del protagonista, y sobre la vida en general. Muchas de las situaciones, de una u otra forma, pueden resonar en el lector y abrir puertas que, tal vez, llevaban tiempo cerradas. Días después de terminar esta lectura, aún hay frases y situaciones revoloteando por mi cabeza.
                Absolutamente recomendable.

lunes, 9 de enero de 2017

Esperando a los bárbaros, de J. M. Coetzee

                Esperando a los bárbaros es la segunda novela que cae en mis manos del Premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee. La otra, Desgracia, leída hace algunos años, la recuerdo con una sensación agridulce. Buena historia, pero melancólica. Veamos lo que he encontrado en este caso:
                La novela fue publicada en 1980. Tiene 204 páginas, lo que la convierte en una obra poco extensa, ideal para desconectar del mundo real, conectar con la historia y pasar un rato agradable compartiendo las reflexiones de este maestro de la Literatura.
                La historia tiene lugar en una localización no especificada, en un tiempo no especificado. Se puede pensar que describe el país natal del autor, pero en ningún momento lo menciona. Por mi parte, opino que el hecho de que no se indique lugar es un detalle del autor que intenta mostrar que no es eso lo importante de la historia, sino lo que sucede. Y así es. Se sabe que es un lugar fronterizo del Imperio, cuya riqueza proviene de un lago, un oasis cercano. Podría estar ubicado en cualquier lugar del mundo.
                El protagonista, el magistrado de dicho puesto fronterizo, lleva una vida apacible, en paz con su gente y con su entorno, hasta que la visita de la policía con noticias de “una inminente incursión de los bárbaros” comienza gradualmente a cambiar el status quo. El protagonista es un hombre de edad avanzada. Es también el narrador de la historia, y toda la novela está impregnada de su visión y sus opiniones respecto a lo que sucede. De esta forma, toda la historia es, por decirlo de alguna forma: “interna”. Suceden cosas, pero el lector las percibe a través del filtro del protagonista.
                Los personajes, aparte del protagonista-narrador, no están muy desarrollados, lo cual es lógico en una obra de este tamaño, pero sí están lo suficientemente bien definidos como para quedar perfectamente encajados en el entorno y añadir colorido y profundidad a la historia.
                Son varios los temas que se tratan en esta obra, y es que, pese a que es relativamente corta, también es profunda. Se puede ver cómo el miedo irracional perturba las costumbres y hace aflorar lo peor del ser humano, cómo la individualidad no puede nada contra el grupo, cómo la vejez cambia la forma de ver las cosas, cómo las buenas intenciones no siempre son bien interpretadas... todo eso he encontrado, y mucho más. Y seguro que cada cual encontrará su pequeña joya dentro de la historia, pues no hay moraleja. Como toda buena obra, la moraleja, si la hay, debe quedar escrita en la mente del lector, no en el papel del escritor.
                El estilo es pulcro, detallista, muy cuidado. Los detalles son los suficientes como para crear el impacto deseado, sin excesos y sin carencias, aunque debo advertir que hay algunas escenas algo crudas. Todo ello narrado con un ritmo suave que               hace avanzar la historia sin acelerones ni pausas prolongadas.

                En resumen, una buena historia para disfrutar de una rato agradable. Aunque no sea una lectura alegre (Desgracia tampoco lo era), es una obra apta para reflexionar sobre algunos temas que, independientemente de la época, nunca pasan de moda, y se repiten una y otra vez a lo largo de la Historia de la humanidad. Tal vez se puede ver la historia como una metáfora de los problemas que genera la falta de comunicación, o bien la poca predisposición a la comunicación cuando hay un ente superior que es el que ordena y manda. Otra más de las reflexiones que me inspira...     

jueves, 29 de septiembre de 2016

Siddhartha, de Hermann Hesse

                En 1922 se publicó la novela Siddhartha, del alemán Hermann Hesse, al cual se le concedió el premio Nobel en 1946.
                La novela está ambientada en la India, lugar donde el autor había vivido durante algún tiempo. Narra la vida del protagonista, Siddhartha, un joven cuyas inquietudes filosóficas lo llevan a una búsqueda interior que dibuja la trama principal de la historia.
                El narrador en tercera persona sigue al protagonista en su camino, a veces mostrando lo que sucede en su entorno, y otras veces mostrando el interior del personaje. En cuanto a los personajes, tan importante es el protagonista como el resto, con quien se cruza en su camino.  De una forma u otra, acabarán formando parte de su búsqueda, haciendo que avance tanto la historia como la sabiduría de Siddhartha, convirtiéndose en mentores, sepan o no que lo son.
                El tema tratado, la búsqueda de uno mismo, es el mismo que también expuso el autor en Demian, aunque en este caso la historia es muy distinta, y la ambientación también. Quizás en Demian se reflejaba muy bien el paso por las distintas etapas de la vida, desde la niñez a la adolescencia y después a la madurez, mientras que en Siddharta queda mejor reflejado cómo la búsqueda de la sabiduría hace al protagonista madurar poco a poco.
                El ambiente queda relegado a un segundo plano. La historia tiene lugar en un sitio intemporal, donde sólo la exposición de los lugares y los personajes conforman el escenario en que se mueve el protagonista.
                Con 216 páginas en la edición de bolsillo, es una lectura rápida, para una tarde larga o para un par de días. El autor, con su particular estilo poético y filosófico del que ya disfruté en Demian y El lobo estepario, expone interesantes reflexiones, utiliza innumerables metáforas, y, en general cuestiona todo lo que los personajes de la historia saben o creen que saben.
                No es una historia de acción, sino de reflexión. Muestra una actitud ante la vida y sus enseñanzas que me ha gustado bastante. Hace que se observe a la realidad con otros ojos. Diría que es una historia distinta, una historia donde el personaje tiene unas vivencias que hacen al lector interesarse por qué sucederá a continuación, pero en realidad, lo que pretende la historia es que el lector se preocupe más por cómo afectará al protagonista lo que suceda a continuación, sea lo que sea. Y lo que sucede al protagonista es… la vida misma.
                No se encuentran en Siddhartha cambios bruscos en la trama, ni momentos de suspense, ni otros artificios literarios que mantengan al lector en vilo. Sin embargo, la fluidez de la lectura hace que, además de acabarse rápido, transmita unas reflexiones que dejarán huella en el lector.
                No diría que es una obra soberbia, de hecho disfruté más con otras obras del mismo autor, pero la recomiendo.

                

martes, 16 de agosto de 2016

El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger

               Publicada en 1951, con 288 páginas de extensión, El guardián entre el centeno es la única novela (y la obra más conocida) del estadounidense J. D. Salinger, quien fue un escritor no muy prolífico, y que evitó en la medida de lo posible el contacto con la sociedad y los medios de comunicación.
               Ambientada aproximadamente en la época en que fue escrita, se describen determinados matices de cómo era la sociedad norteamericana de entonces. En este caso, a través de los ojos de un joven adolescente, Holden Caufield, que es a la vez el protagonista y narrador en primera persona de la historia.
               En cuanto a los personajes, destaca el buen trabajo del escritor al diseñar psicológicamente al protagonista: un adolescente pesimista, rebelde, lleno de contradicciones, ansioso por comportarse como un adulto, pero sin experiencia en el mundo. Con una visión poco realista de lo que sucede a su alrededor, y con un pasado que lo persigue y nubla todo lo que percibe. También hace ostentación de un vocabulario limitado, lleno de tacos, coloquial, lo que añade un toque de calidad al diseño de este personaje. A través de sus ojos y su subjetividad, se presentan el resto de los personajes de la novela, que añaden aún más colorido a la historia.
               La trama es lineal, sin elipsis ni flashbacks, comienza con la vida del protagonista en el colegio donde estudia, y avanza hasta el desenlace acompañando al joven durante sus andanzas.
               Como tema principal se encuentra la turbulenta época adolescente, la cual está muy bien retratada como ya he dicho. Demasiado enfocada en la sociedad estadounidense (y por tanto, algo lejana empáticamente para un europeo como yo), pero bien construida.
               En cuanto al peculiar título, se debe a un poema/canción al que hace referencia en un pequeño párrafo de la novela, y que parece encajado a martillazos justo para dar título a la obra. Si se hubiera usado otro poema/canción, el resultado habría sido el mismo.
               Sinceramente, me ha decepcionado. Esta novela ha gozado de una fama que, tras leerla, y siendo consciente de que es una buena lectura, está muy lejos de ser tan buena como parece indicar la fama que la precede. Es lo malo de tener ciertas expectativas antes de empezar una lectura. Creo que hay mejores obras sobre el mismo tema, y no tienen tanto renombre. Supongo que la polémica que originó en su época, aparte de ciertas noticias de asesinatos en los que aparecía esta obra como una de las lecturas de los asesinos, habrán sido suficiente publicidad para que la novela estuviera en boca de todo el mundo.

               Resumiendo, es una obra para pasar el rato. Amena de leer, con una historia que no es nada fuera de lo normal, y con algún que otro detalle destacable. Al no ser muy larga, no se puede decir que sea una enorme pérdida de tiempo si no os gusta. Pero lo que si me queda claro es que esperaba algo más, después de haberla tenido durante mucho tiempo en mi lista de “hay que leerla”.

miércoles, 15 de junio de 2016

La chica del tren, de Paula Hawkins

                La chica del tren, publicada en 2015 y con 496 páginas de extensión, se convirtió en best-seller en Estados Unidos y Reino Unido en poco tiempo. La autora, la británica Paula Hawkins, había escrito anteriormente algunas novelas románticas sin mucho éxito, cosa que sí cosechó con esta novela de misterio, vendiendo millones de ejemplares.
                Aunque el personaje principal es Rachel, una chica que viaja todos los días a Londres en tren, la historia está narrada desde tres puntos de vista, todos ellos en primera persona: tres mujeres cuya conexión entre ellas se va desvelando poco a poco. Dichos personajes están medianamente desarrollados, aunque personalmente me han resultado poco empáticos, y con unos rasgos psicológicos que no sé si catalogar como simples o faltos de motivación.
                La trama está partida en tres trozos, cada capítulo salta de un personaje a otro, y uno de ellos narra su punto de vista desde el pasado. Pese al cambio de personajes y saltos temporales, es fácil de seguir la historia y no perderse. De hecho, es un aspecto muy logrado por parte de la autora.
                El estilo no es especialmente brillante, pero es fluido y hace muy fácil la lectura y la inmersión en la historia. Dicha historia comienza con una puesta en escena que me ha parecido muy buena. Enganchaba. Pero, a partir de la mitad, pierde parte de su atractivo y ya no sorprende tanto al lector como al principio, llegando a ser bastante predecible, perdiendo ese halo de misterio que parecía prometer.
                Son varios los temas que aparecen en esta novela, entre los que destacan el alcoholismo y el maltrato físico y psicológico. El hecho de que la narración esté muy centrada en los sentimientos y vida interna de las narradoras, dibuja a veces un escenario para esos temas tratados desde distintos puntos de vista, lo que le da algo de profundidad a la novela, aunque en algunos casos llega a ser repetitiva.
                Por otra parte, el uso de giros narrativos y de cliffhangers se nota demasiado forzado a veces, intentando acrecentar el misterio, pero sin conseguirlo. Es por eso que, acercándose el final, todo se vuelve repetitivo y predecible.

                En resumen, es una obra entretenida de leer, pero nada más. Como tantos otros fenómenos editoriales, se “pone de moda” y acaba siendo mundialmente conocida, pero generalmente, como me suele suceder con los best-sellers, las expectativas generadas por el marketing ponen el listón más alto de lo que la obra merece, y puede llegar a decepcionar precisamente por empezar con altas expectativas. ¡Ojo! No es que la obra sea mala, que no lo es. De hecho, es bastante adictiva, sobre todo al principio. Sin embargo, y vista la aún escasa trayectoria de la autora dentro del mundillo, se nota que podrá mejorar bastante en el futuro, porque ya tiene una buena base sobre la que construir.            

viernes, 13 de junio de 2014

Zorba, el griego, de Nikos Kazantzakis

                En 1946 el autor griego Nikos Kazantzakis publicó la novela Zorba, el griego, la cual vería la luz en el cine el año 1964, casi dos décadas después, y fue ahí cuando aumentó su popularidad.
                El autor vivió en una época turbulenta, y su ajetreada vida junto con su búsqueda filosófica, quedan bien plasmadas en esta obra suya, donde refleja tanto su vida y experiencia como sus reflexiones.
                Comenzando por los personajes, están muy bien creados y puestos en escena. Hay dos protagonistas: el narrador: un aficionado a la literatura y filosofía que decide dar un giro a su vida intelectual, y por otra parte, el que da nombre al libro: Alexis Zorba, un viejo de 65 años con una amplia experiencia, que se une al protagonista/narrador en esa nueva etapa de su vida que pretende emprender.
                Tras el comienzo, ambos protagonistas se desplazan a Creta, donde tendrá lugar la mayor parte de la historia. Allí llevarán a cabo un proyecto que no será más que una excusa para fortalecer la alianza que se va creando entre ambos conforme avanza la historia.
                Las gentes de Creta quedan como personajes secundarios, pero no por ello carecen de profundidad. El autor les ha puesto una humanidad que, aunque en algunos momentos es exagerada, deja ver una forma de vivir y de comportarse que puede contrastarse con nuestra sociedad actual. De hecho, el ambiente me ha recordado mucho a lo que se vivía en cualquier pueblo de por aquí hace algunas décadas.
                El núcleo de la historia está en las reflexiones de Zorba, que con sus años de experiencia, explica su visión del mundo y de las personas. Y lo hace desde una inteligencia básica, “de andar por casa”, pero con una profundidad que, sin duda, convierte a la historia en algo más que un paseo por un hermoso paisaje.
                Hay muchos temas tratados, pero yo me quedo con la libertad y la búsqueda de la felicidad. Y esta novela las describe a la perfección. La historia, que llega a un final apoteósico, me ha sentado como un guantazo en la cara, para espabilarme de la rutina en la que, poco a poco, todos acabamos cayendo.
                En cuanto al ritmo, según mi punto de vista, tiene algunas deficiencias. Hay momentos de la historia que se hacen un poco lentos o pesados, pero son escasos y no muy amplios, así que esta lectura, de 300 páginas, es bastante agradable, salvo por esos pequeños momentos.
                Personalmente, es una lectura que me ha levantado el ánimo, y por otra parte, he ampliado mi repertorio incluyendo algún autor griego moderno, que no conocía a muchos, pese a que sí he leído gran cantidad de los clásicos.
                Como diría Zorba, se puede decir mucho más de esta historia, pero es difícil hacerlo escribiendo o hablando. Para que lo comprendierais bien, tendría que bailarlo.
                Leedlo, no os defraudará.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Demian, de Herman Hesse

                El alemán Herman Hesse ganó el premio Nobel de Literatura en 1946, cuando ya tenía nacionalidad suiza. Fue escritor de novela y poesía, y también pintor.
                Demian fue publicada en 1919, después de la Primera Guerra Mundial. Es importante destacar que hoy, casi un siglo después, se puede leer esta novela y casi no darse cuenta de que no está ambientada en la actualidad.
                Es una novela poco extensa, de 218 páginas. Rápida de leer y apasionante en determinados pasajes.
                El protagonista, Emil Sinclair, cuenta su etapa de transición desde la niñez hasta la madurez, seleccionando diversas experiencias que marcaron su vida y que fueron ese punto de inflexión que hizo avanzar su desarrollo. Al igual que en El lobo estepario, todo el proceso está marcado por la dualidad, por el conflicto entre el entorno y el yo intrínseco.
                Esos cambios en el protagonista tienen mucho que ver con el personaje que da nombre a la novela, Demian. Emil lo conoce durante su etapa en el colegio, y a partir de entonces, encontrará en él un mentor que estará presente en todas esas etapas donde surgen los conflictos internos.
                Todo comienza con una mentira, lo que desencadena la primera crisis de Emil, que lo hará dar el primer paso hacia la madurez. Se puede decir que cada capítulo supone un paso en ese camino que todos hemos andado hasta llegar a adultos. Mediante elipsis, el tiempo avanza a saltos de capítulo a capítulo hasta llegar al final.
                Son varios los temas tratados en esta obra. Por una parte, está el desarrollo, el paso por la adolescencia, la conciencia de ir dejando atrás la niñez. También se puede encontrar la desaparición de la inocencia (muy bien reflejada), la obsesión por encontrar un lugar en el mundo, el amor platónico… son muchas las lecturas que ofrece esta novela.
                Tengo que reconocer que, pese a las buenas críticas que me llevaron a leer esta obra, al final me quedó una sensación agridulce, tal como me sucedió cuando leí El lobo estepario, del mismo autor. Esa sensación proviene de que ambas obras empiezan muy bien. Enganchan. Tienen reflexiones poéticas, contundentes, demoledoras. Frases que hay que volver a leer una y otra vez, para deleitarse con la belleza de esa verdad desnuda que hay tras la puerta de la mente humana. Sin embargo, ambas obras acaban entrando cerca de su final en un terreno místico. Me queda la sensación como si al autor se le fuera de las manos su historia y se dejara llevar. Es por eso que Demian, según mi opinión, tiene un comienzo espectacular, se mantiene el ritmo durante buena parte de la historia, y después comienza a decaer, pasando a ese terreno místico o paranormal que no me terminó de enganchar. Pese a ello, la recomiendo. Las partes buenas compensan, y mucho, el resto. Y hay que leer toda la historia para tener esa visión de conjunto.

lunes, 15 de julio de 2013

Seda, de Alessandro Baricco

                 Seda es una novela de 128 páginas que se puede leer perfectamente en una tarde tranquila. Fue publicada en 1996, obra del autor italiano Alessandro Baricco.
                Ambientada en el siglo XIX, la historia tiene lugar en dos localizaciones muy distantes entre sí: el pueblo de Lavilledieu, en Francia, donde vive el protagonista, y Japón.
                El protagonista, Hervé Joncour, es un comerciante que se dedica a la compraventa de huevos de gusano de seda, los cuales son la base de la industria de su pueblo, donde vive con su mujer. Debido a este trabajo, se ve obligado a realizar numerosos viajes a Japón, donde descubre un mundo totalmente distinto al que está acostumbrado.
                Sin entrar a dar más detalles de la historia, y sin encuadrarla en ningún estilo concreto, pasaré a describir cómo la he vivido yo:
                Me ha parecido una historia bella, aunque rara. Leerla ha sido como leer una poesía adaptada a novela. Frases cortas pero elocuentes y directas. Capítulos cortísimos (algunos ocupan menos de una página). Descripciones poco abundantes pero que añaden ese toque de colorido que ambienta la historia. Parece una historia de amor, pero la verdad es que no me queda claro cómo encuadrarla, ya que no es sólo eso, hay algo más.
                Es difícil sacar conclusiones sobre el mensaje que quiere transmitir la historia, ya que se limita a narrar los hechos, dejando al lector la tarea de interpretarlos, y a mí personalmente me surgen distintas interpretaciones. Es por ello que me ha parecido una buena historia, porque me hace pensar y porque me ha hecho entrar en distintos detalles y dilemas que no me han dejado indiferente.
                Yo soy de los que cree que una buena obra siempre deja su huella, aunque no nos demos cuenta. Puede ser el estilo poético que hace al lector desconectar de su presente. Puede ser alguna frase clarividente que explica lo que nosotros nunca hemos conseguido explicar con palabras, o puede ser una vivencia transmitida con tal intensidad, que el lector siente como si hubiera sido suya. En cualquier caso, Seda es una de esas historias que dejan residuo, aunque cada cual lo vivirá a su manera. En mi caso, el final me dejó impactado, porque no lo esperaba y además dejaba abierta una puerta a numerosas interpretaciones.
                La recomiendo, porque aunque el que la lea no le guste, al menos no habrá tenido que dedicar su tiempo libre de un mes en leerse un tostón de mil y pico páginas, que los hay por el mercado ¡y son best-sellers!        

jueves, 14 de marzo de 2013

Las partículas elementales, de Michel Houellebecq

                Tras la experiencia vivida leyendo Ampliación del campo de batalla, decidí informarme algo más sobre el autor francés Michel Houellebecq y vi que había abundantes críticas –buenas y no tan buenas –sobre Las partículas elementales, así que me lancé a su lectura.
                El estilo es muy parecido al de la anterior novela suya que comenté, pero sin embargo ésta es más amplia (328 páginas) y con mayor contenido, por la extensión (no quiero decir con ello que tenga mejor calidad).
                Los protagonistas son dos hermanos, Bruno y Michel, hijos de la misma madre, pero distinto padre. Ambos se crían con sus respectivas abuelas tras ser abandonados por sus padres, y sus caminos no se cruzan hasta la adolescencia. Este abandono y la convivencia con las abuelas, dejará a ambos muchachos una marca cuyas consecuencias seguirán viviendo muchos años después. Bruno ejerce de profesor, y Michel se gana la vida como investigador en el área de la bioquímica.
A través de sus respectivas vivencias contadas en tercera persona, se avanza por una trama a base de saltos temporales: ora está en el presente, ora describe una escena del pasado. Pero al final, toda la historia queda completa y bien atada, habiendo avanzado aproximadamente tres décadas desde su comienzo a finales de los 60.
Partiendo de la sociedad a finales de los 60, el autor hace una crítica bastante descriptiva de los efectos de ese libertinaje y del legado que dejó a los descendientes de los que se vieron influidos por esa mentalidad.
La novela no escatima en situaciones aberrantes y conclusiones moralistas –muy acertadas en muchos casos –por parte del autor. Tampoco se queda corta en escenas de sexo, que no hacen sino añadir otro toque de decadencia a la novela.
Personalmente, me ha llamado la atención en especial el personaje de Michel: un científico cuya mentalidad va enfocada a la investigación, y sólo ve el mundo desde ese prisma: la recopilación de datos, la elaboración de teorías, la medición y la comprobación de las mismas. Muy logrado.
Por otra parte, en algunos momentos de la historia me he perdido y no sabía dónde o con quién estaba. El autor tiene tendencia a saltar de un personaje a otro sin previo aviso, o a narrar un hecho del pasado intercalado en una reflexión del presente. A veces sentía que había perdido la localización, el personaje o el tiempo a que se estaba refiriendo.
En cuanto al tema, el de esta novela es múltiple. Hay reflexiones sobre tantos, que es difícil enumerarlos todos. Entre otros, se encuentra la decadencia moral, la apatía, la falta de valores, y sobre todo, los temas recurrentes que también aparecían en Ampliación del campo de batalla: el envejecimiento y la muerte.
Tengo que reconocer que no es una novela alegre ni optimista, sino más bien todo lo contrario. La narración de los hechos a veces se presenta desde una perspectiva focalizada en un aspecto concreto, con lo que el autor logra esa vívida descripción que hace al lector llegar exactamente a la conclusión que a veces se expone a continuación, o que queda sin explicar, pero habiendo generado un determinado efecto en la mente crítica del que tiene la novela entre sus manos.
En resumen, me parece una lectura recomendable. No se hace larga, y en determinados momentos de la lectura, aparecen frases que se clavan como cuchillos en las neuronas del lector. Reflexiones que hacen pensar sobre temas muy variopintos, y que hacen comprender mejor esas partes de la realidad que, aunque disfrazada, todos hemos visto desnuda alguna vez.

martes, 12 de febrero de 2013

Ampliación del campo de batalla, de Michel Houellebecq

                El escritor francés Michel Houellebecq publicó en 1994 su primera novela, Ampliación del campo de batalla. No es muy larga, sólo 176 páginas, así que ha caído en dos días de lectura pausada.
                El escritor es un tanto problemático, y parece ser que la polémica ha ido siempre persiguiéndolo. Ha sido tachado de misógino y racista, y algunas declaraciones suyas lo han llevado ante los tribunales. Aparte se le ha criticado bastante por las reflexiones de los personajes de sus novelas. Enterarme de esto merece que haga una pausa para soltar una sonora carcajada y, a la misma vez, intentar dilucidar el significado de la “supuesta” libertad de expresión. ¿Se puede juzgar a alguien por lo que dicen o hacen los personajes de sus obras? ¡Pobres de los escritores de novela policiaca!.
                Volviendo al meollo del asunto, en este caso la novela es dura. Incluso puede parecer absurda. Y lo es. Me explico: el tema de esta novela es la vida del hombre moderno. Por eso no debe extrañar que diga que parece una historia absurda, porque lo es, como también lo es el tema que trata.
                El protagonista es un treintañero ejecutivo de nivel medio, ingeniero. Un proyecto con un Ministerio lo lleva a viajar por motivos de trabajo, y mediante el día a día del protagonista, sus reflexiones, sus interacciones laborales y fuera del trabajo, el protagonista irá alcanzando progresivamente un grado de enajenación con respecto al mundo conforme va avanzando la historia, contada en primera persona desde el punto de vista del propio protagonista.
                Mediante la descripción de los actos cotidianos y los problemas sin solución que aparecen en la obra, condimentando con afirmaciones contundentes y políticamente incorrectas, al final de la historia queda dibujada perfectamente una parte de la decadencia del mundo en que vivimos. Más que una novela es una reflexión sobre el mundo actual, la pérdida de valores, las dificultades de comunicación, el aislamiento… todo ello y mucho más está presente en Ampliación del campo de batalla, directa o indirectamente.
                El tono en que se cuenta la historia es irónico, pero contundente. Verdades mezcladas con situaciones absurdas que generan un efecto demoledor. Durante la lectura, hay bastantes momentos que harán al lector removerse en su asiento para encajar el golpe.
                Una vez acabada la lectura, sabe a poco. A la vista de la obra del autor, no descarto ponerme en breve con alguna otra de sus novelas. Acabo de descubrir un estilo que me ha llamado positivamente la atención. Por ser un poco puntilloso, diré que en algunos momentos, el autor mezcla elementos poéticos que hacen un efecto un poco extraño en la historia, desentonan. Pero eso no empobrece la calidad de la obra.
                Ya comentaré si la siguiente obra mantiene el mismo nivel.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes

                Antes de esta novela, pasaron por mis manos otras dos del autor vallisoletano, las cuales no son precisamente narraciones alegres. Se trata de La sombra del ciprés es alargada y El camino. En ambas historias, la muerte está siempre presente, como una sombra acechante que inunda el relato buscando su protagonismo.  En Cinco horas con Mario, la historia comienza directamente con un entierro. Sin embargo, esta vez no aparece ese ambiente tétrico que ambientaba las otras dos novelas a que hago referencia.
                La historia está dividida en tres partes claramente diferenciadas. Hay una pequeña parte introductoria, donde se describe el entierro de Mario. Después, la parte más extensa, núcleo del relato, que es un monólogo de su mujer Carmen junto al féretro de su marido. La novela concluye con un pequeño epílogo tras el monólogo de la mujer con su marido muerto.
                Esta obra vio la luz en 1966, y narra de forma excelente una parte de la visión de la sociedad y los problemas de España en esa época. Desde el punto de vista de Carmen, una mujer de clase media, se irá conociendo su entorno y, sobre todo, a su marido Mario. Literariamente, tiene muchos puntos soberbios y difíciles de dar forma. Personalmente, expongo dos que me han impresionado: uno es la visión subjetiva que Carmen da a su realidad, lo que permite dos lecturas diferentes: lo que ella piensa y lo que pasó en realidad. Es un ejercicio difícil de trasladar al papel, y en este caso está hecho con maestría. El otro punto interesante es cómo está redactado. El lenguaje coloquial que usa Carmen es un reflejo de la forma de hablar de la época, y a través del lenguaje, no sólo se retrata ella, sino también todo el ambiente que la rodea.
                Otro detalle interesante es el perfil psicológico de la narradora. Hasta muy avanzada la lectura no se da el lector cuenta de qué pie calza, y a partir de ahí es cuando comienza esa doble lectura que comentaba anteriormente.
                Sin llegar a contar parte de la historia, no es ninguna novedad que el monólogo de Carmen se centra en la crítica a su marido. La “chicha” de esta novela es el fundamento de dichas críticas, lo cual irá descubriendo el lector conforme avanza la historia.
                Pese a ser un monólogo, al finalizar la obra, el lector tendrá un perfil de cada uno de los personajes bastante definido, lo cual es un logro por parte del autor, debido a la forma de la narración.
                Como decía al principio, no es una historia alegre, pero es una buena historia, digna de ser leída. Me sorprende saber que esta obra se representa en teatro, y tengo curiosidad por verla, ya que el trabajo para la actriz debe ser descomunal. Son 256 páginas, la mayoría de ellas en forma de monólogo. En cualquier caso, en teatro o en novela, recomiendo esta obra. Es muy interesante la evolución que seguirá el lector respecto a la imagen de la narradora.

jueves, 4 de octubre de 2012

Desgracia, de J. M. Coetzee

                El autor sudafricano John Maxwell Coetzee es de uno de los pocos de su continente que cuenta con el Premio Nobel de Literatura. La obra que voy a analizar, Desgracia, fue galardonada con el premio Booker.
                No estamos ante una historia alegre. Cuando se acaba la lectura, queda una sensación parecida a la que se siente al leer alguna obra de Miguel Delibes. Tal vez no tan llevada al extremo, pero sin duda, una historia que remueve algo en el interior del lector.
                El narrador va siguiendo al protagonista, David Lurie, un profesor de Universidad viejo y cansado, cuyo trabajo le produce hastío. Pese a la normalidad de su vida (dentro de sus estándares), no tarda mucho en producirse un gran cambio. Por obra de su incontenible impulso sexual, acaba condenado por acosar a una alumna, es ahí donde sucede la “Desgracia” que da título a la obra, porque desde entonces, toda la historia es un deambular del protagonista sin rumbo, un viaje a ninguna parte, sin estímulo para forjar una nueva vida, dejándose llevar.
                Respecto a los personajes, por medio de sus actos se van adivinando sus personalidades. Complejos, con distintos intereses. Muy humanos. Esto da lugar a muchos conflictos dentro de la historia, a malentendidos, a falta de entendimiento. En este aspecto, el autor ha conseguido un difícil objetivo.
                Los temas que trata son diversos, pues dentro de la historia se habla de marginación, de abuso de poder, de cambios sociales, de cómo encajar la llegada de la vejez, de cómo aceptar que el futuro no parece que vaya a ser mejor que el presente, de toda una vida trabajando que no deja recuerdo alguno que valga la pena, de cómo algo que se emprende con gran ilusión, acaba siendo una enorme pérdida de tiempo al final. Dentro de la historia está todo eso, y mucho más.
                El ambiente, en este caso tiene lugar en una ciudad y también en una zona rural de Sudáfrica. Es de gran relevancia en el planteamiento de la historia, ya que la forma de vida y los cambios sociales que parecen avecinarse quedan muy bien encajados por medio de las vivencias del protagonista.
                Es fácil sentirse identificado con los personajes, y también es fácil odiarlos. Durante la historia, algunos momentos mostrarán su lado más humano, otras veces su lado más ruin, y, como humanos que son, tomarán decisiones equivocadas, o se meterán en embrollos sin saber que iban a parar ahí.
                Me ha parecido una historia interesante, aunque melancólica. Sin embargo, hay momentos que me daba la sensación de que había pausas, que se detenía el avance, que estaba leyendo sin que pareciera que iba a llegar a ningún sitio, aunque esas pausas eran pasajeras. De cualquier forma, al no ser una obra larga, al terminarla deja la sensación de contener mucho en muy poco espacio. Muchas reflexiones, muchos hechos para reflexionar. Una historia muy recomendable para esos momentos en que la rutina nos abruma, porque esta lectura activará algunas fibras sensibles de las que están adormecidas.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

El extranjero, de Albert Camus

                El extranjero está catalogado como una de las mejores obras del escritor francés Albert Camus. Nacido en Argelia, donde vivió durante varios años, es ahí donde tiene lugar la historia narrada en esta novela, en Argel, la capital del país.
                A lo largo de sus 160 páginas, el narrador nos cuenta en primera persona su vida, una vida a simple vista totalmente normal. La historia comienza con su visita al asilo donde acaba de morir su madre, hecho que tendrá mucha relevancia en otra parte de la novela.
                La historia trata de la vida en su vecindario. Parece un argumento simple y aburrido, pero nada más lejos de la realidad. La exposición de esta vida normal y poco estimulante está escrita redactando los hechos que suceden. Hay pocas referencias al ambiente y muchas a las reflexiones personales o al modo en que el protagonista asimila el mundo que lo rodea. La historia avanza hasta un final apoteósico que se sostiene y se justifica precisamente en toda la rutinaria exposición del principio de la novela. Es ese final el que da sentido a la historia, y está plagado de reflexiones sobre ciertas cuestiones, junto con frases que caen como una losa sobre los argumentos que se exponen.
                El tema de esta obra, pese a su corta extensión (para mí es de corta extensión todo lo que no supera las 200 páginas), es complejo y profundo. La forma de asimilar el mensaje que transmite dependerá de la experiencia del lector, pero se podría decir que trata sobre la justicia y también sobre la injusticia. Trata también de la religión y su papel en el mundo actual, de los sentimientos, de la información o la desinformación.
                La historia está plagada de preguntas abiertas, dejadas ahí por el autor sin responder, para que el propio lector saque sus conclusiones. El autor simplemente expone unos hechos y es el lector el que tiene encontrar su sentido.
                Los personajes son parte del decorado, salvo el protagonista, al que se irá conociendo a partir de su comportamiento. Es una historia interior, no hay grandes aventuras ni lugares exóticos. Sólo hay vivencias. Y sólo al final de la historia se podrá averiguar el porqué del título.
                El ritmo de la historia es ágil. No hay apenas pausas en el avance hasta el desenlace.   
                Tomando la novela como un conjunto, diré que es muy recomendable su lectura. Las conclusiones que saque cada lector pueden ser muy diferentes entre sí, pero creo que a nadie defraudará esta obra. Da que pensar. Otro punto a su favor es su poca extensión, con la que el autor nos demuestra que no es necesario derramar ríos de tinta para poner en debate algunas cuestiones importantes y controvertidas. Eso es algo que cualquier lector agradece, cuando no aparecen más hechos ni más descripciones que las estrictamente necesarias para causar el efecto que desea el autor. Y para eso hace falta ser buen escritor.
                Y por eso recibió el premio Nobel de Literatura.

martes, 28 de agosto de 2012

El zahir, de Paulo Coelho

                Otra de las obras del escritor brasileño Paulo Coelho, publicada en 2005. La novela tiene 336 páginas.
                En este caso, la historia va de un famoso escritor que ha sido abandonado por su mujer. La obsesión que se apodera de él, hace que emprenda su búsqueda.
                La narración es en primera persona, desde el punto de vista del escritor. Hay que destacar que da la sensación de ser una historia autobiográfica, aunque no me he parado a comprobarlo. En cualquier caso, lo sea o no, a través del texto se deducen pensamientos del autor a través de su personaje.
                Paulo Coelho siempre se ha distinguido por hacer hincapié en la descripción psicológica, deseos y motivaciones de sus personajes, lo cual se puede apreciar en esta novela también. Eso es uno de los puntos fuertes de su narración, ya que en su obra surgen algunas reflexiones interesantes, pero, a la misma vez, opino que ahí está también su mayor punto débil. Los personajes de todas sus obras son sospechosamente parecidos, ya que todos parecen moverse por la misma motivación, da igual que el personaje sea un escritor, una prostituta, un pastor o un astronauta. Por eso, cuando se han leído varias novelas de Coelho, como es mi caso, llego a El Zahir y me parece que simplemente es una más, que no aporta nada nuevo, y que aburre a ratos, dejando la sensación de que lo que leo ya lo he leído antes. Por si fuera poco, en este caso el personaje da la sensación de ser un prepotente superior moralmente a los demás cuyos actos están siempre justificados. Difícil sentirse identificado con él. Además, hace apología de la infidelidad conyugal, pero no como una forma de justificarse, sino intentando inculcar su idea, adoctrinando al lector. Deja al final esa sensación de “yo tengo la razón porque soy más listo que tú”.
                Tras haber leído El peregrino de Compostela, El alquimista, La quinta montaña, Veronika decide morir, El demonio y la señorita Prymm, A orillas del río piedra me senté y lloré, Brida y Once minutos, creo que estoy bastante capacitado para hacer un análisis de la obra del autor y dar mi opinión conjunta, no sólo de esta novela, sino de todas en conjunto.
                Creo que el autor debería haber dejado de escribir después de El alquimista. La considero su mejor obra y tiene unas ideas interesantes. Toda esa novela entera es una bella metáfora y, aunque desarrollaba algunas ideas que ya aparecían en El peregrino de Compostela, la exposición mejoró bastante. A partir de esa novela, todas las que vinieron después no son más que metáforas distintas de la misma idea o retazos y repeticiones de otras obras previas. Como ejemplo, en El Zahir  vuelve a haber, como en alguna otra de sus obras, numerosas referencias al Camino de Santiago, lo que da la sensación de que este hombre siempre escribe sobre lo mismo.
                Otro apunte, éste de cosecha propia: siempre he opinado que cuando un escritor famoso, o al menos consolidado, escribe una novela sobre un escritor y sus relaciones con la prensa, con las editoriales, con el trabajo de escritor, los bloqueos y todo el mundo que lo rodea, pienso que el autor está seco de ideas, agotado, y empieza a dar forma con su estilo propio a una novela que no es más que una autobiografía. Lo primero que enseñan en cualquier curso de novela es: “No escribas sobre tu vida, tu vida no le interesa a nadie”. Y hay momentos en que se olvida esa regla. Eso es lo que hay en esta novela. Un personaje usado como medio para manifestar ideas propias como por ejemplo el descontento con la crítica literaria, mezclado con alusiones a la cantidad de dinero que se gana escribiendo y a la lujosa y holgada vida que permite el no tener preocupaciones económicas. Demasiado pedante para mi gusto.
                Así, como resumen, diré que no es una mala lectura, pero no hay que esperar gran cosa de ella, porque no aporta nada nuevo a lo que el escritor ya ha contado en otras obras anteriores. Por mi parte, lo siento, pero hasta dentro de muchos años no volveré a leer nada de este escritor que siempre me cuenta la misma historia con distintos personajes. Lo que haré cuando ya no me acuerde, será volver a repasar El alquimista, una historia que, como El principito, merece la pena leer al menos una vez cada década.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

El caballero de la armadura oxidada, de Robert Fisher

            Nos encontramos ante uno de los muchos libros que hay en el mercado sobre motivación y autoayuda. El autor, aparte de este título, que fue el primero, publicó algunos más con la misma temática. Sin embargo, la mayor parte de la obra de Robert Fisher se encuadra dentro de la comedia, ya que escribió numerosos guiones tanto para radio como para televisión, aparte de teatro y musicales.

Las obras de motivación y autoayuda han tenido un importante auge durante la última década. En este caso, “El caballero de la armadura oxidada” es una obra escrita como un cuento, donde se narran las peripecias de un caballero medieval que ha quedado encerrado dentro de su armadura, y la historia es el viaje iniciado por el caballero en la búsqueda de liberarse de esa armadura.

Con un tono irónico tanto en la narración como en las conversaciones, todo el cuento está plagado de metáforas y simbolismos. La armadura significa la pérdida de contacto con el mundo exterior, el dragón simboliza un obstáculo, etc. Muy parecido a los muchos escritos similares que hay respecto a esta temática. Sirvan por ejemplo “La buena suerte”, “¿Quién se ha llevado mi queso?” o “La isla de los cinco faros”. Si partiera sin conocimiento previo sobre los autores, creería que todos esos escritos han sido hechos por el mismo autor. Y es que cuando se leen varios cuentos de este estilo, se llega a adivinar el patrón que siguen:

-Parten de un fundamento o ley básica de Economía/Marketing/Psicología cuyo incumplimiento provoca problemas al protagonista (pueden ser varios).
-Se elabora un cuento que gira en torno a la búsqueda de dicha ley o fundamento. Se escogen ingredientes típicos de los cuentos, incluidos estereotipos (mago sabio, lechuza sabia, bosques, caballeros, dragones, castillos, animales que hablan…)
-Se sigue el viaje del héroe desde los problemas que le acarreaba el incumplimiento hasta el descubrimiento de la ley o fundamento, lo cual provoca su transformación y la realización personal.

            En general, aunque no me disgustan este tipo de escritos, soy partidario, en contra de lo que otras veces digo, de que se pueden resumir en cinco líneas enumerando las leyes cuya enseñanza intenta transmitir y ahorraría mucho tiempo de lectura. El problema es que haciéndolo así, el autor no tendría libro que vender. Pero ello lo digo desde mi punto de vista de adulto, y para no restar mérito a este tipo de historias, soy consciente de que como cuentos para niños están muy bien conseguidos, pues todos esconden una moraleja muy útil y muy educativa. De todas formas, no se está descubriendo nada nuevo, pues existe desde hace siglos “El conde Lucanor” de Don Juan Manuel, compendio de cuentos con moraleja que han pasado a formar parte de la cultura popular.

            En todo caso, esta historia son 30 páginas amenas de leer que pueden llegar a proporcionar algunas ideas interesantes. Es el típico discurso que tanto gusta a los directivos de empresas que van tan estresados en la vida que no son conscientes del paso del tiempo ni de lo que pasa a su alrededor, y con el tiempo dedicado a esto, logran sacar la cabeza por un momento y mirar a su alrededor. Discurso que escuchan y dos días después vuelven a su vida de estrés y horarios estrictos, olvidando las leyes aprendidas.

            Otro ejemplo de historias de este tipo, aunque algo distintas, son las que escribe Paulo Coelho, así que me pondré dentro de poco con su última obra, lo que me dará pie a comentarla y de camino, meterle mano a todo lo que me he leído de él, que no es poco.

            Como conclusión, un cuento ameno y rápido de leer, que sólo enseña algo a aquellos cuya vida es tan estresante que no ven más allá del trabajo, y que puede mantener entretenidos a los niños, pero que no aporta nada más al resto de personas no encuadradas en ninguno de esos dos tipos.

            El caso es que los que escriben historias de este tipo, se forran. Interesante.

lunes, 24 de octubre de 2011

Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago

                ¿Qué sucedería si una epidemia de ceguera empezara a afectar a la raza humana? Esa es la pregunta que se hizo José Saramago antes de empezar esta obra, y es la base de la historia que en ella se narra.
                Todo comienza con una persona que, esperando dentro de su coche que el semáforo cambie a verde, pierde la visión. A partir de ahí, empieza una epidemia que, poco a poco, irá convirtiendo a la gente en otro tipo de personas al verse privados del sentido de la visión.
                La trama es lineal, la historia va evolucionando y es descrita tal como van sucediendo los hechos en tiempo real. El narrador cuenta la historia de forma objetiva, si bien en determinados momentos se permite el lujo de añadir sus juicios de valor, o bien describe situaciones de forma irónica, o añade algún chiste, dejándose ver, haciendo patente que la historia es suya y la cuenta como a él le viene en gana, que él es un ente superior y está por encima de todo. Ello no impide, sin embargo, que todo sea descrito sin escatimar detalles, con un realismo que en determinadas partes de la obra resulta sobrecogedor.
                En esta novela, llama la atención el detalle de que no aparece ningún nombre, sino que cada uno de los personajes es conocido por algún rasgo distintivo, y además, esos personajes están tan bien caracterizados y diferenciados que cuando hay algún diálogo, sin decir quién habla, el lector lo sabe perfectamente. Otro punto a tener en cuenta respecto al estilo, y que puede ser una dificultad hasta que el lector se habitúa a ello, es el ritmo de la narración. El autor hace poco uso de los signos de puntuación (comas, paréntesis, puntos y aparte, exclamaciones, interrogaciones y otros recursos), que al principio hace difícil su lectura, pero conforme se va avanzando, esta forma de escritura la va percibiendo el lector de forma natural, lo que consigue al final una lectura entretenida que hace fácil la inmersión dentro de la historia.
                A pesar del realismo con que se describen las situaciones, la obra tiene implícito un análisis sociológico intenso, que va más allá de las descripciones, es decir, que está basado en la impresión que deja en el lector lo que está sucediendo. En este aspecto es donde la obra alcanza su genialidad. Es parecido a lo que se siente al leer “La Carretera” de Cormac McCarthy, una descripción de un ambiente que envuelve y que hace asimilar que más allá de lo que se percibe, hay una historia con un trasfondo mucho más profundo, casi filosófico. Y en este caso, además, sirve como añadido el estudio de cómo sería un mundo en que todos los seres humanos están ciegos. Situaciones de lo más normal para la persona que ve, se convierte en un caos para un mundo lleno de ciegos.
                La deshumanización a la que se llega a través de la ceguera, no es más que una metáfora de lo que sucede realmente en el mundo actual. Esa es una de las conclusiones que se extrae de esta novela cuya lectura no dejará a nadie indiferente.