viernes, 10 de mayo de 2019

Shogun, de James Clavell


                Shogun es una novela histórica que forma parte de la saga asiática del escritor de origen australiano James Clavell, del que me ha sorprendido descubrir que es uno de los guionistas de una de mis películas favoritas: “La gran evasión”.
                La novela consta de 1.136 páginas, y fue publicada en 1975. Posteriormente, en 1980, se hizo una adaptación para televisión en forma de miniserie.
                Es una lectura larga, pero no por ello pesada. Está ambientada en la época feudal de Japón, alrededor del año 1600. Es en ese país donde transcurre la totalidad de la historia. La mayor parte de los hechos sucedidos son reales, así como los personajes, aunque a éstos últimos se les ha cambiado el nombre.
                La narración es en tercera persona, siguiendo al personaje principal, John Blackthorne, piloto inglés de una embarcación holandesa que llega a costas japonesas tras un periplo de varios años.
                Empezando por el ambiente, es el punto que más destaca de esta novela. La representación del Japón feudal cuando empezaban a llegar los misioneros europeos, sus costumbres, sus valores, su jerarquía social, sus problemas políticos y conflictos internos, todo ello está presente y descrito con abundantes detalles en esta obra. Eso me lleva a analizar el estilo usado para las descripciones: el protagonista principal, un extranjero en un país del que nada sabe, es quien hace partícipe al lector del choque cultural que supone para él la vida en Japón. A través de sus vivencias, el lector va conociendo junto al protagonista el ambiente en el que está inmerso, contrastándolo con su vida al estilo “europeo”. Por otra parte, el narrador hace algunos saltos a otros personajes, lo que también permite ver el contraste desde el punto de vista opuesto, es decir, la visión japonesa de la cultura europea. La forma en que el autor plantea la narración para que todos los ángulos queden cubiertos me ha parecido perfecta.
                En cuanto a los personajes, como ya he comentado, muchos de ellos están basados en personajes reales, pero con el nombre cambiado. No he investigado la veracidad de los hechos, pero me consta que una parte importante de lo que se narra en esta historia sucedió de verdad. En cualquier caso, estamos ante una obra de ficción, y como tal debe tomarse, ya que no es un manual de historia. Como decía, los personajes están bien definidos, en base o no a su existencia real. Además del protagonista europeo, entre otros, encontramos a la tripulación que lo acompaña, los señores feudales japoneses, los representantes de la Iglesia que intentan medrar en Japón, y las mujeres japonesas, cuyo papel en la historia es notable, dada la posición que ocupaban en la jerarquía social.  Me ha encantado la continua dicotomía entre la naturaleza humana y la cultura, que impone un sentido del deber a las personas que, conforme avanza la historia, el protagonista acaba comprendiendo.
                El ritmo es correcto, aunque en algunos momentos me ha parecido que la acción se ralentizaba, mientras que, en otros casos, la historia saltaba varias semanas o meses en cuestión de un par de líneas. Sin embargo, ha sido otro detalle el que más me ha despistado: hay numerosas conversaciones en las que intervienen muchos personajes, y el hecho de no indicar adecuadamente quién decía qué, ha hecho que muchas veces me haya perdido en la conversación, al no poder identificar quién estaba hablando o respondiendo. Es un detalle poco relevante a la vista del resultado final, pero ahí está.
                He quedado muy satisfecho con esta lectura, porque ya tenía ganas de una buena novela histórica que me transportara a otro lugar y otro tiempo, y Shogun lo ha conseguido con creces. No sólo he disfrutado de una buena historia, sino que, además, he aprendido detalles de la vida feudal japonesa que han ampliado mi visión de esa cultura tan desconocida para mí. Para todos aquéllos que se sientan interesados, advierto que es una lectura larga, pero dudo mucho que pueda llegar a decepcionar.