El autor sudafricano John Maxwell Coetzee es de uno de los pocos de su continente que cuenta con el Premio Nobel de Literatura. La obra que voy a analizar, Desgracia, fue galardonada con el premio Booker.
No estamos ante una historia alegre. Cuando se acaba la lectura, queda una sensación parecida a la que se siente al leer alguna obra de Miguel Delibes. Tal vez no tan llevada al extremo, pero sin duda, una historia que remueve algo en el interior del lector.
El narrador va siguiendo al protagonista, David Lurie, un profesor de Universidad viejo y cansado, cuyo trabajo le produce hastío. Pese a la normalidad de su vida (dentro de sus estándares), no tarda mucho en producirse un gran cambio. Por obra de su incontenible impulso sexual, acaba condenado por acosar a una alumna, es ahí donde sucede la “Desgracia” que da título a la obra, porque desde entonces, toda la historia es un deambular del protagonista sin rumbo, un viaje a ninguna parte, sin estímulo para forjar una nueva vida, dejándose llevar.
Respecto a los personajes, por medio de sus actos se van adivinando sus personalidades. Complejos, con distintos intereses. Muy humanos. Esto da lugar a muchos conflictos dentro de la historia, a malentendidos, a falta de entendimiento. En este aspecto, el autor ha conseguido un difícil objetivo.
Los temas que trata son diversos, pues dentro de la historia se habla de marginación, de abuso de poder, de cambios sociales, de cómo encajar la llegada de la vejez, de cómo aceptar que el futuro no parece que vaya a ser mejor que el presente, de toda una vida trabajando que no deja recuerdo alguno que valga la pena, de cómo algo que se emprende con gran ilusión, acaba siendo una enorme pérdida de tiempo al final. Dentro de la historia está todo eso, y mucho más.
El ambiente, en este caso tiene lugar en una ciudad y también en una zona rural de Sudáfrica. Es de gran relevancia en el planteamiento de la historia, ya que la forma de vida y los cambios sociales que parecen avecinarse quedan muy bien encajados por medio de las vivencias del protagonista.
Es fácil sentirse identificado con los personajes, y también es fácil odiarlos. Durante la historia, algunos momentos mostrarán su lado más humano, otras veces su lado más ruin, y, como humanos que son, tomarán decisiones equivocadas, o se meterán en embrollos sin saber que iban a parar ahí.
Me ha parecido una historia interesante, aunque melancólica. Sin embargo, hay momentos que me daba la sensación de que había pausas, que se detenía el avance, que estaba leyendo sin que pareciera que iba a llegar a ningún sitio, aunque esas pausas eran pasajeras. De cualquier forma, al no ser una obra larga, al terminarla deja la sensación de contener mucho en muy poco espacio. Muchas reflexiones, muchos hechos para reflexionar. Una historia muy recomendable para esos momentos en que la rutina nos abruma, porque esta lectura activará algunas fibras sensibles de las que están adormecidas.
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