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viernes, 10 de noviembre de 2017

Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa

                Pantaleón y las visitadoras es la segunda novela que leo del peruano Mario Vargas Llosa. La otra que había leído, La guerra del fin del mundo, fue hace años, aún no había recibido el autor el premio Nobel de 2010, y aunque no recuerdo los detalles técnicos con precisión, sí que recuerdo parte de la historia y la buena impresión que me dejó. Tras varias recomendaciones para leer otra de sus obras, me decidí por ésta. Veamos qué he encontrado.
                La novela fue publicada en 1973. Consta de 392 páginas. Está ambientada en Perú, y aunque hay referencias a la capital, Lima, la mayor parte de la historia tiene lugar en Iquitos, una población a la orilla del río Amazonas, y sus alrededores.
                La historia comienza cuando el protagonista, Pantaleón Pantoja, es ascendido a capitán del cuerpo de Intendencia, y se le asigna, dada su eficiencia e impecable hoja de servicios, una “delicada” misión: la de desplazarse a Iquitos, cerca la región fronteriza ubicada en el entorno del Amazonas, para poner solución a los desórdenes organizados por los militares de la zona y sus interacciones con el género femenino de la zona. Para ello, al protagonista se le ordena la creación de un grupo de “visitadoras”, es decir, prostitutas, que disminuyan la fogosidad de los militares desplegados. Todo ello con la mayor discreción posible.
                Sin dar muchos detalles del entorno físico, aparte de la enumeración de localizaciones, el autor se centra en el entorno humano, y al finalizar la lectura, queda más patente en el lector la cultura y forma de vida de la gente que aparece en la novela que el lugar en el que habitan.
                La narración es en tercera persona, generalmente centrada en el protagonista, pero también está compuesta de informes militares, programas de radio… y en cuanto al estilo de la narración, es el punto más controvertido de esta novela. El uso de diálogos que cambian en cada párrafo, no sólo de personajes, sino también de ubicación e incluso de tiempo, cambios que ocurren sin previo aviso, donde no se tiene un contexto, y donde no se sabe quién está hablando (aunque se indica después a mitad del párrafo), a mí personalmente me ha resultado confuso y difícil de leer, porque me obligaba a repasar lo leído una vez sabía quién hablaba y sobre qué y cuándo lo hacía. Desde mi punto de vista, hace que un lector poco concentrado pierda detalles sobre la historia. Y ello teniendo en cuenta que otro recurso muy usado por el autor en esta obra es la de dar mucha información en muy poco espacio, lo que hace que, si alguien se pierde en la lectura, toda esa información concentrada no se asimila. Salvo por ese detalle, el estilo me ha gustado. El lenguaje militar, mezclado con el lenguaje periodístico y radiofónico, está muy bien logrado, y generan un ambiente muy realista.
                Los personajes son el punto fuerte de esta historia. Partiendo del protagonista, que pese a ser un cliché (militar eficiente, obediente con las órdenes, disciplinado, centrado en su misión), los personajes secundarios son proxenetas, prostitutas, militares y gente del pueblo llano. Muy bien definidos, tanto individualmente, a los que dedica su atención el autor, y también cuando están definidos como grupo.
                He leído en muchos sitios, incluso comentado por el propio autor, que el humor está presente en toda la novela. Sin embargo, yo no lo he encontrado. Reconozco que hay situaciones inverosímiles, diálogos y actuaciones que pueden parecer graciosas, pero yo he sentido con más fuerza el trasfondo de la historia, la realidad que hay detrás de esos hechos. Quizás esas situaciones llevadas al absurdo o a la exageración es la parte “humorística” que se comenta, pero en mi caso, como digo, no ha habido carcajada, sino reflexión sobre los hechos, por exagerados que fueran.
                Salvando, como he dicho, la confusión que pueden generar los saltos de la trama, reconozco que la novela es muy entretenida, la historia engancha, y el protagonista… es difícil no cogerle cariño. Y una vez acabada la lectura, quedan flotando por mi cabeza reflexiones sobre la doble moral que se pone de manifiesto en la novela, y que tanto impera no sólo en esa parte del Amazonas, sino en todo el mundo. Y otra reflexión aún mayor: que hacer las cosas de la mejor manera posible, no sólo no es garantía de éxito, sino que se puede llegar a conseguir lo contrario de lo que se pretendía. Y esta historia es un buen ejemplo de ello.

martes, 25 de octubre de 2016

Matadero cinco, de Kurt Vonnegut

                Matadero cinco, del escritor estadounidense Kurt Vonnegut, fue publicada en 1969, y es una de sus obras más conocidas.
                Al ser mi primer contacto con este autor, aún no puedo comparar ésta con otras de sus obras, pero por la información de que dispongo, es un buen ejemplo del estilo de su escritura.
                En este caso, la novela se podría calificar como una obra satírica de ciencia-ficción,  pero teniendo en cuenta que tiene elementos históricos verídicos. El tema principal se expone al principio: el bombardeo de la ciudad de Dresde durante la II Guerra Mundial. Dicho tema, mezclado con el estilo que el autor imprime a la narración, crea un efecto extraño en un primer momento, pero muy logrado a nivel global, dejando al final una obra con una narración poco habitual y con una estructura caótica, pero ordenada.
                El protagonista es Billy Pilgrim, un personaje estrafalario que se propone contar cómo vivió en primera persona el bombardeo, siendo prisionero de guerra. Este personaje perfectamente podría ser un alter-ego del propio autor, quien fue, en efecto, testigo presencial del evento, lo que da a la historia cierto tinte autobiográfico.
                En cuanto a la trama, está llena de elipsis y flashbacks, y el motivo de los mismos es lo que hace catalogar esta obra como novela de ciencia-ficción. La vida del protagonista va saltando de presente al pasado y al futuro de forma aleatoria, pero dejando una historia completa de su vida al final de la lectura.
                La narración en tercera persona sigue al protagonista y sus hazañas junto con el resto de personajes que lo rodean, dando datos contundentes, satíricos, con notas de humor negro… un narrador que no pasa desapercibido, y que es, bajo mi punto de vista el punto fuerte de esta novela. Un narrador que se deja ver, que usa una prosa sencilla de comprender para cualquier lector, pero impactante por su estilo.
                La ambientación durante una guerra y la forma en que se tratan los hechos, da un claro mensaje antibelicista, mostrando sucesos absurdos, muertes sin sentido, sufrimiento gratuito. En este aspecto, el autor ha manejado el asunto con maestría.

                La novela tiene 192 páginas, y eso junto con el estilo usado, hace que sea una obra amena y fácil de leer. Desde mi punto de vista, hay algunas partes en que se hace lenta, y en otras el ritmo se acelera de forma vertiginosa, es decir: no es una novela que, pese a ser corta, la ha haya disfrutado de principio a fin, ya que en algún momento puntual se me ha hecho algo pesada. Sin embargo, en conjunto, me ha gustado bastante. El estilo del escritor me ha cautivado, la forma de plasmar la historia y las anécdotas que cuenta me han gustado, y además, muchos pasajes me han hecho sonreír, y muchos otros, reflexionar sobre determinados temas. Es por eso que pronto escogeré otra de sus novelas para, por fin, poder comparar bien y hacerme una idea de este autor hasta ahora desconocido para mí. 

lunes, 14 de abril de 2014

Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift

                Los viajes de Gulliver fue publicada en 1726, del autor Jonathan Swift. En la actualidad, es una obra muy conocida que ya forma parte de la cultura popular (¿quién no conoce el país de Liliput, poblado por seres diminutos?).
                El médico Lemuel Gulliver es el protagonista, y el que cuenta la historia en primera persona. Amante de los viajes y la navegación, la novela consta de cuatro partes, en cada una de las cuales Gulliver narra uno de sus viajes a países exóticos.
                La historia es muy imaginativa y fantástica, apta para niños. Pero eso es sólo la primera impresión. Por medio de comparaciones entre los países que visita y su Inglaterra natal, el viajero pone de manifiesto una feroz crítica contra la sociedad, realzando lo mejor y lo peor de la misma. A medida que se avanza en la historia, la crítica se hace cada vez más patente, hasta llegado el final donde las comparaciones y las críticas llegan al extremo de parecer un folletín de propaganda política, donde se adentra en terrenos utópicos poco aplicables en la vida real, pero moralmente deseables.
                Me asombra ver que la crítica que subyace en las vivencias de Gulliver, pese a haber pasado tres siglos desde su publicación, son perfectamente aplicables a día de hoy, si bien la monarquía tal como la describe, goza actualmente de menos poder que entonces (o al menos, eso parece). Eso da que pensar que los problemas políticos y sociales evolucionan poco, pero están enquistados desde hace bastante tiempo.
                Antes de leerlo pensaba que era un libro infantil/juvenil, pero me ha sorprendido comprobar su complejidad. No creo que un niño pueda llegar a ver esa complejidad, pero sin embargo, la historia cuenta con muchos elementos que deben ser bastante atractivos y que estimularán la imaginación de cualquiera, por lo que lo considero una obra que bien puede estar a su alcance.
                Con esta historia, creo que debe pasar como con El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, que según en el momento de la vida en que se lee, transmite una información u otra distinta, más rica y elaborada.
                En cuanto al ambiente, evoca a esas novelas de aventuras, de viajes a lo desconocido (como podría ser El corazón de las tinieblas, de Conrad). Es un  ambiente que a mí, particularmente, me gusta mucho. Ese romanticismo de viajes por mares desconocidos, lugares inhóspitos donde nadie ha llegado, tierras nuevas y gentes extrañas por conocer. Eso es lo que hay en Los viajes de Gulliver.
                En lo que respecta al ritmo, está muy conseguido. El paso del tiempo va acorde con la narración, y cada uno de los viajes está perfectamente diferenciado por el retorno a casa del protagonista.
                A los que disfruten con las novelas de aventuras, no saldrán defraudados con ésta. Aun conociendo de qué va cada uno de los viajes (por haber tantas referencias a esta historia), siempre es más rica en detalles la historia original que los filtros que llegan por otros medios, sea televisión, sea tradición oral.
                Un clásico muy recomendable, y que da que pensar.

lunes, 19 de septiembre de 2011

La conjura de los necios, de John Kennedy Toole

            La novela comienza con una cita del autor de “Los viajes de Gulliver” que dice lo siguiente: “Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él”. Esta cita, sin duda, está bien encajada en esta obra, sobre todo por la turbulencia que sufrió esta obra hasta verse publicada. Escrita en 1962, tras su paso por distintas editoriales, no vio la luz en las librerías hasta casi dos décadas después. Para entonces, el autor ya se había suicidado, posiblemente por su incomprensión como escritor. Fue el esfuerzo posterior de su madre, ella fue la responsable de que esta obra esté actualmente disponible para cualquiera.

            El protagonista de la obra, Ignatius, es un compendio de todos los defectos que se pueden atribuir a un ser humano: es gordo, hedonista, egocéntrico, egoísta, testarudo, cobarde, holgazán, codicioso… y un largo etcétera. Como única virtud tiene una formación universitaria que le ha dotado de una facilidad de palabra y expresión que, junto con lo disparatado de sus argumentos, hacen una mezcla explosiva que sorprende al lector en todo momento.

            El resto de personajes de la obra son, al igual que el protagonista, seres tristes y decadentes en los que se pueden apreciar rasgos de la personalidad humana que a cualquiera le resultarán alarmantemente comunes.

            Con un estilo depurado y directo, el narrador cuenta la historia de una forma objetiva, dejando al lector la tarea de interpretar los hechos. Algunos incisos en la trama son introducidos por los textos escritos en primera persona por Ignatius, donde el alma del protagonista se va desnudando poco a poco dejando ver la miseria que hay escondida. Digo miseria porque es difícil coger cariño a un personaje como éste, que reúne todas las cualidades contrarias a las que tendría cualquier héroe. Es un antihéroe perfecto.

            La historia transcurre en Nueva Orleáns, terreno del que el protagonista se vanagloria de no haber abandonado nunca en sus treinta años de vida, salvo en una ocasión desastrosa cuya historia repite una y otra vez. Se nos dibuja así una ciudad decadente con unos personajes igual de decadentes, que van interactuando entre ellos tejiendo una historia que es, a la misma vez, divertida, imprevista, graciosa y grotesca.

            El estilo del autor hace que la lectura sea fácil. Las descripciones son correctas, ofrecen los detalles justos para causar el impacto que se desea en el lector. Y la personalidad de los personajes, esa amalgama de formas de pensar y de vivir, es quizá el punto más fuerte de esta novela. Presentados con un estilo caricaturesco, dejan ver la realidad que se esconde detrás de ellos, sus motivaciones y sus anhelos. Esta cualidad, la de mostrar una sociedad con todos sus defectos y no con sus virtudes es, posiblemente, el motivo de que la obra no fuera publicada en un momento en que la imagen del país que se pretendía dar no estaba acorde con lo que el autor describía. De cualquier forma, el tiempo ha hecho justicia y hoy día podemos tener entre nuestras manos esta interesante historia que a cualquiera hará pasar un rato agradable y que despertará no pocas sonrisas en los rostros de los lectores. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia… o no.