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lunes, 6 de noviembre de 2017

El silencio de la ciudad blanca, de Eva García Sáenz de Urturi

                El silencio de la ciudad blanca es la primera parte de una trilogía de la que actualmente (2017) hay publicadas 2 novelas, ésta y Los ritos del agua. La primera parte, de la que trata esta reseña, tiene 480 páginas. La autora es Eva García Sáenz de Urturi, y esta es la primera obra suya que pasa por mis manos.
                Se trata de una novela negra. Como todas las obras del género, tiene los ingredientes típicos de este tipo de historias (crimen, criminal/es, investigador/es, etc.). Sorprendente que partiendo de los mismos ingredientes de siempre, no paren de salir recetas buenas continuamente, como es este caso. Pero analicemos algo más los detalles:
                La narración principal es en primera persona, desde el punto de vista del protagonista, que es el investigador Unai López de Ayala, conocido como Kraken. La trama principal transcurre durante 2016, pero hay algunos capítulos que saltan varias décadas al pasado, a otros personajes secundarios que vivieron hechos relevantes con lo sucede en el presente de la historia. Así, la trama está partida en dos periodos temporales distintos, que al final confluyen en una única historia.
                Los personajes, tanto principales como secundarios, son algo arquetípicos, y no están excesivamente desarrollados, pero encajan perfectamente dentro de la novela y cumplen su función.
                El ambiente es uno de los aspectos más mimados en esta novela. La historia transcurre íntegramente en la provincia española de Álava, y principalmente en la capital, Vitoria. Las continuas alusiones a su geografía, sus pueblos, su gente, y su cultura, son un continuo a lo largo de la historia. Pese a que no conozco la zona (de momento), se nota la intención de la autora de dar a conocer su tierra, y lo logra encajando una buena historia policíaca en ese entorno bien conocido por ella.
                La narración en primera persona permite dosificar la información sobre el caso, con lo que el lector va descubriendo detalles del caso conforme avanza la investigación, así como detalles sobre quién es el protagonista y los que le rodean. Con el salto al pasado, a otros personajes y otro narrador, se amplía el abanico de información a que el lector tiene acceso. El estilo está basado en el protagonista y su personalidad.
                En cuanto al ritmo, es el adecuado para que la historia transcurra sin tiempos muertos, avanzando continuamente, e incluso precipitándose al final. Eso permite que, aunque no es una lectura corta, el lector avance en la misma casi sin darse cuenta.
                Respecto al caso, es interesante, sin más. La dosificación de la información es adecuada y la resolución es interesante, aunque no apoteósica. Si esta historia está encajada dentro de otra más amplia que se desarrolle a lo largo de la trilogía (tal como sucedía en la Trilogía del Baztán, de Dolores Redondo), entonces la autora logrará mejorar aún más lo que ya de por sí es una buena novela. 

martes, 29 de agosto de 2017

Bajo los montes de Kolima, de Lionel Davidson

                Publicada en 1994, con 544 páginas, es tal vez la mejor novela del británico Lionel Davidson.
                Es un thriller, pero también es una novela de aventuras. Y, sobre todo, es una novela de espionaje. Veamos cómo está construida:
                El protagonista principal es un personaje poco habitual. Un indio americano nativo que es científico, profesor de universidad, políglota, deportista... sus atributos y destrezas se irán conociendo conforme se avanza en la narración. Se puede resumir diciendo que, observando su currículum, es un superhombre. Un personaje que podría parecer poco creíble a priori, pero ahí es donde surge la grandeza del autor: no lo parece en absoluto. La exposición realista de las situaciones y problemas, mezclado con una también realista y concienzuda solución, hacen que la novela no decaiga en la fantasía ni lo increíble.
                El resto de personajes forman parte tanto de la trama principal como de las secundarias. Pese a que algunos de ellos podrían ser prescindibles, están construidos a conciencia, y aportan esos detalles de calidad que ayudan a dibujar el decorado donde tiene lugar la historia.
                La trama es simple: una infiltración en unas instalaciones súper-secretas para conseguir información. La complejísima forma en que se lleva a cabo dicha acción es el núcleo fundamental de esta novela.
                El ambiente es, desde mi punto de vista, el aspecto más destacado de esta obra. La mayor parte de la historia tiene lugar en Siberia, y tanto esa localización como las demás que aparecen, están perfiladas con un lujo de detalles que logran sumergir al lector en dicho ambiente de forma excepcional. Es por ello que el estilo del autor, pese a que pueda parecer que hace uso excesivo de detalles irrelevantes, no es superfluo, sino que está calibrado perfectamente para crear ese ambiente realista sin que decaiga el ritmo y la acción de la historia.
                Sin embargo, tengo que reconocer que el principio me resultó duro. La historia, pese a tener detalles interesantes, no lograba captar del todo mi atención. Había momentos en que confundía a los personajes, o no sabía exactamente si se estaba hablando del presente o del pasado. Pero una vez mostrado el tablero inicial del juego, cuando empieza la verdadera acción, entonces mi atención ha estado totalmente enfocada hasta que acabó la novela.

                No me considero un experto en novelas de espionaje, pero reconozco que ésta ha sentado un buen precedente. Me ha encantado la exposición y descripción de un lugar tan remoto como Siberia (con especial atención a la forma de vida de esa zona y cómo llega el personaje allí). Me reitero en que, aunque el comienzo de la historia pueda resultar confuso, una vez superada esa etapa, la historia me ha resultado tremendamente adictiva.