viernes, 13 de junio de 2014

Zorba, el griego, de Nikos Kazantzakis

                En 1946 el autor griego Nikos Kazantzakis publicó la novela Zorba, el griego, la cual vería la luz en el cine el año 1964, casi dos décadas después, y fue ahí cuando aumentó su popularidad.
                El autor vivió en una época turbulenta, y su ajetreada vida junto con su búsqueda filosófica, quedan bien plasmadas en esta obra suya, donde refleja tanto su vida y experiencia como sus reflexiones.
                Comenzando por los personajes, están muy bien creados y puestos en escena. Hay dos protagonistas: el narrador: un aficionado a la literatura y filosofía que decide dar un giro a su vida intelectual, y por otra parte, el que da nombre al libro: Alexis Zorba, un viejo de 65 años con una amplia experiencia, que se une al protagonista/narrador en esa nueva etapa de su vida que pretende emprender.
                Tras el comienzo, ambos protagonistas se desplazan a Creta, donde tendrá lugar la mayor parte de la historia. Allí llevarán a cabo un proyecto que no será más que una excusa para fortalecer la alianza que se va creando entre ambos conforme avanza la historia.
                Las gentes de Creta quedan como personajes secundarios, pero no por ello carecen de profundidad. El autor les ha puesto una humanidad que, aunque en algunos momentos es exagerada, deja ver una forma de vivir y de comportarse que puede contrastarse con nuestra sociedad actual. De hecho, el ambiente me ha recordado mucho a lo que se vivía en cualquier pueblo de por aquí hace algunas décadas.
                El núcleo de la historia está en las reflexiones de Zorba, que con sus años de experiencia, explica su visión del mundo y de las personas. Y lo hace desde una inteligencia básica, “de andar por casa”, pero con una profundidad que, sin duda, convierte a la historia en algo más que un paseo por un hermoso paisaje.
                Hay muchos temas tratados, pero yo me quedo con la libertad y la búsqueda de la felicidad. Y esta novela las describe a la perfección. La historia, que llega a un final apoteósico, me ha sentado como un guantazo en la cara, para espabilarme de la rutina en la que, poco a poco, todos acabamos cayendo.
                En cuanto al ritmo, según mi punto de vista, tiene algunas deficiencias. Hay momentos de la historia que se hacen un poco lentos o pesados, pero son escasos y no muy amplios, así que esta lectura, de 300 páginas, es bastante agradable, salvo por esos pequeños momentos.
                Personalmente, es una lectura que me ha levantado el ánimo, y por otra parte, he ampliado mi repertorio incluyendo algún autor griego moderno, que no conocía a muchos, pese a que sí he leído gran cantidad de los clásicos.
                Como diría Zorba, se puede decir mucho más de esta historia, pero es difícil hacerlo escribiendo o hablando. Para que lo comprendierais bien, tendría que bailarlo.
                Leedlo, no os defraudará.

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