Tras la experiencia vivida leyendo Ampliación del campo de batalla, decidí informarme algo más sobre el autor francés Michel Houellebecq y vi que había abundantes críticas –buenas y no tan buenas –sobre Las partículas elementales, así que me lancé a su lectura.
El estilo es muy parecido al de la anterior novela suya que comenté, pero sin embargo ésta es más amplia (328 páginas) y con mayor contenido, por la extensión (no quiero decir con ello que tenga mejor calidad).
Los protagonistas son dos hermanos, Bruno y Michel, hijos de la misma madre, pero distinto padre. Ambos se crían con sus respectivas abuelas tras ser abandonados por sus padres, y sus caminos no se cruzan hasta la adolescencia. Este abandono y la convivencia con las abuelas, dejará a ambos muchachos una marca cuyas consecuencias seguirán viviendo muchos años después. Bruno ejerce de profesor, y Michel se gana la vida como investigador en el área de la bioquímica.
A través de sus respectivas vivencias contadas en tercera persona, se avanza por una trama a base de saltos temporales: ora está en el presente, ora describe una escena del pasado. Pero al final, toda la historia queda completa y bien atada, habiendo avanzado aproximadamente tres décadas desde su comienzo a finales de los 60.
Partiendo de la sociedad a finales de los 60, el autor hace una crítica bastante descriptiva de los efectos de ese libertinaje y del legado que dejó a los descendientes de los que se vieron influidos por esa mentalidad.
La novela no escatima en situaciones aberrantes y conclusiones moralistas –muy acertadas en muchos casos –por parte del autor. Tampoco se queda corta en escenas de sexo, que no hacen sino añadir otro toque de decadencia a la novela.
Personalmente, me ha llamado la atención en especial el personaje de Michel: un científico cuya mentalidad va enfocada a la investigación, y sólo ve el mundo desde ese prisma: la recopilación de datos, la elaboración de teorías, la medición y la comprobación de las mismas. Muy logrado.
Por otra parte, en algunos momentos de la historia me he perdido y no sabía dónde o con quién estaba. El autor tiene tendencia a saltar de un personaje a otro sin previo aviso, o a narrar un hecho del pasado intercalado en una reflexión del presente. A veces sentía que había perdido la localización, el personaje o el tiempo a que se estaba refiriendo.
En cuanto al tema, el de esta novela es múltiple. Hay reflexiones sobre tantos, que es difícil enumerarlos todos. Entre otros, se encuentra la decadencia moral, la apatía, la falta de valores, y sobre todo, los temas recurrentes que también aparecían en Ampliación del campo de batalla: el envejecimiento y la muerte.
Tengo que reconocer que no es una novela alegre ni optimista, sino más bien todo lo contrario. La narración de los hechos a veces se presenta desde una perspectiva focalizada en un aspecto concreto, con lo que el autor logra esa vívida descripción que hace al lector llegar exactamente a la conclusión que a veces se expone a continuación, o que queda sin explicar, pero habiendo generado un determinado efecto en la mente crítica del que tiene la novela entre sus manos.
En resumen, me parece una lectura recomendable. No se hace larga, y en determinados momentos de la lectura, aparecen frases que se clavan como cuchillos en las neuronas del lector. Reflexiones que hacen pensar sobre temas muy variopintos, y que hacen comprender mejor esas partes de la realidad que, aunque disfrazada, todos hemos visto desnuda alguna vez.
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