Imagina que pudieras viajar al futuro para dejar atrás un presente que no te gusta, y encontrarte con un mundo nuevo más emocionante y con nuevas posibilidades. Imagina que pudieras viajar al pasado para preparar tu futuro como un pastel que se deja en el horno, y volver a ese futuro en que el pastel ya está hecho y listo para consumir.
Los viajes en el tiempo son el tema principal de “Puerta al verano”, escrita por el maestro de la ciencia-ficción Robert A. Heinlein y publicada en 1956. Como siempre, el autor juega con la realidad y describe su propia predicción del futuro, mostrando su visión de la sociedad en 1970 y en año 2000, lejos de la fecha en que escribió.
El protagonista, un ingeniero que se dedica a diseñar máquinas que realicen tareas domésticas, nos cuenta en primera persona la historia. Dicha historia, con numerosos toques de humor, incluye traiciones, venganzas, reflexiones sobre el futuro y los viajes en el tiempo, romance y hasta conversaciones con Petronius, el gato del protagonista.
El autor, un visionario, describe en esta obra, entre otros, y con muchos años de adelanto, el funcionamiento de un robot del tipo que se está comercializando desde hace poco, el robot que se usa para barrer la casa, con un nivel de detalle que hace pensar que en su época ya existía. Al igual que sucede con las obras de Julio Verne, muchas ideas y proposiciones de Heinlein, pese a ser totalmente imaginarias, han visto o verán la luz con el paso de los años. De cualquier manera, el autor no pretende hacer de profeta, sino mostrar una historia que entretenga al lector y le haga plantearse ciertas cuestiones. En este caso, desde mi humilde punto de vista, la obra no alcanza la calidad de otras del mismo autor como “Forastero en tierra extraña”, que considero una obra maestra por las proposiciones sociales y religiosas que plantea, o “La Luna es una cruel amante”, donde también se hacen unas proposiciones sociales y políticas muy interesantes. En este caso, el tema es totalmente distinto.
La historia es la de un hombre que no encuentra su lugar en el mundo y se propone jugar con el tiempo para encontrar su “Puerta al verano”, metáfora de la realización personal y del hogar. Un relato interesante que, conforme va avanzando, se convierte en una bella historia al llegar a su final, con un desenlace que a más de uno le dará que pensar.
Fácil lectura y trama interesante en la que los hechos se suceden sin saber lo que sucederá a continuación, esto es lo que se puede esperar de “Puerta al verano”, una novela bien elaborada que deja muy buen sabor de boca y que consigue atrapar al lector con su historia. Por ser un poco puntilloso con la obra, destacaría la candidez del protagonista, que pese a su desarrollado intelecto tal como nos demuestra página tras página, al principio peca de inocente, cosa poco comprensible cuando se avanza más en la historia y se ve cómo es en realidad. Es el único pequeño fallo que he encontrado. Por todo lo demás, me alegro de cada una de las horas que le he dedicado a esta lectura. Heinlein aún sigue sin defraudarme.
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