miércoles, 7 de junio de 2017

El canto del cuco, de Robert Galbraith

                Robert Galbraith es el seudónimo de la escritora británica J. K. Rowling, más conocida por ser la autora de la saga Harry Potter.
                Cuando me recomendaron leer El canto del cuco como una buena novela policiaca, me sorprendió descubrir quién era realmente la autora. Sin embargo, aunque aún tengo como lectura pendiente la saga de Harry Potter, en espera de poder disfrutarla junto con mis hijos.
Ya tenía desde hace tiempo la referencia de Rowling como buena escritora, así que la curiosidad me hizo lanzarme a esta lectura con entusiasmo, sabiendo que es lo primero que leo de una escritora a la que no conozco, y que es más conocida por otro estilo totalmente distinto al que aquí iba a encontrar.
                El canto del cuco es la primera novela de la serie del detective Cormoran Strike. Actualmente hay tres novelas publicadas, y una más en camino. Fue publicada en 2013, y tiene una extensión de 544 páginas.
                Estamos ante una novela policiaca que no destaca especialmente en ninguno de sus apartados, es decir, que no aporta ninguna novedad al género. Sin embargo, su confección está cuidada con mimo. Recuerda a las típicas novelas policiacas de corte clásico, con el típico detective de despacho trabajando el caso de uno de sus clientes, pero ambientada en la época actual. Analicémosla por partes:
                Está ambientada en Londres, y en ese lugar es donde transcurre la totalidad de la historia. La descripción del ambiente, sin ser especialmente destacable, sirve para dar colorido al entorno donde sucede la acción.
                Los personajes son, sin lugar a dudas, el punto fuerte de esta novela. El protagonista es Cormoran Strike, un veterano de guerra lisiado al que se irá conociendo poco a poco conforme avanza la novela. Por otra parte, su secretaria Robin, una empleada temporal que le ayuda con la investigación. Esos son los personajes principales. Aparte está la víctima (cómo no iba a haberla en una novela de este tipo), y todo su entorno de amigos y familiares, que conforman el resto de personajes de la novela.
                Todo empieza con un suicidio, y la investigación del mismo es la historia de esta novela. La trama avanza paso a paso, desvelando misterios, añadiendo nuevas incógnitas, y, como no podía ser de otra forma, resolviéndose todo al final. El ritmo es adecuado, avanza paso a paso sin detenerse demasiado. Aunque no es una obra que destaque por escenas sus escenas de acción (que apenas las hay, y son de poca intensidad), sí que mantiene la intriga de principio a fin. Puede parecer que los hechos son bastante obvios o que las pistas no parecen apuntar a nada claro, pero al final todos y cada uno de los detalles quedan atados sin dejar ningún cabo suelto y, lo que es más importante para mí en una novela policiaca: sin que haya hechos que suceden por casualidad. Aun así, la resolución del caso, si bien es soberbia, me ha parecido algo enrevesada.
                El narrador en tercera persona sigue generalmente al protagonista, aunque en algún momento cambia a Robin, la secretaria. El estilo es totalmente neutro, lo cual facilita la fluidez de la lectura. También es destacable la ausencia de juicios de valor, más allá de lo que expresan los personajes. Me ha sorprendido lo amena que es esta lectura pese a su volumen, pero ello sin duda se debe a la amplia experiencia que Rowling tiene como escritora.

                Resumiendo: una novela que no pasará a la historia como la mejor novela policiaca, pero que sí es recomendable para quien disfrute con este tipo de lecturas. Habrá que seguir la serie para ver cómo evoluciona, ya que el comienzo me ha parecido bueno.

lunes, 22 de mayo de 2017

Crónicas del señor de la guerra, de Bernard Cornwell

                Crónicas del Señor de la Guerra es una trilogía del novelista inglés Bernard Cornwell. Consta de las siguientes novelas, publicadas en 1995, 1996 y 1997, respectivamente:
                -El rey del invierno
                -El enemigo de Dios
                -Excalibur
                En total, la trilogía tiene unas 1.800 páginas, una media de 600 por novela. No es tan larga como Canción de hielo y fuego, pero tampoco es lectura para sólo una semana. Mi análisis versa sobre la totalidad de la trilogía.
                La mayor parte de la obra de este autor es novela histórica. Ficción histórica, para ser más exactos, ya que suele utilizar como recursos hechos y lugares reales, y encajar en ellos una historia ficticia con personajes reales o ficticios. En este caso, el ambiente utilizado es la Britania post-romana, cuando el imperio romano ha desaparecido de la isla, salvo por las ruinas y objetos que son testigos de su anterior estancia. Es la época de Arturo “el rey que no fue”, tal como varias veces se le menciona en la obra.
                El narrador y protagonista principal es Derfel Cadarn, un britano de origen sajón adoptado por Merlín. Dicho protagonista-narrador, ya viejo y nostálgico, se decide a dejar constancia por escrito de su vida, ligada a todos los personajes de las leyendas artúricas (Merlín, Ginebra, Lancelot, Galahad...), narrando en primera persona la historia desde su niñez.
                La obra, tal como me sucedió con Canción de hielo y fuego, al principio puede confundir por la cantidad de personajes que despliega, pero, conforme avanza, crea un abanico de personalidades diferenciadas y relaciones entre personajes bastante rico y complejo. Como detalle añadido, todos los personajes son muy realistas y humanos, nada que ver con los mitos y leyendas sobre Arturo y Camelot de la cultura popular.
                El ambiente y sus elementos me han parecido el punto más destacable de esta obra. El clima y el terreno están bien descritos, y mejor aún las diferencias entre reinos, los problemas con los sajones en la frontera, el avance del cristianismo frente al paganismo reinante, la superstición de las clases bajas (y altas), con mención especial para los rituales de los druidas antes de los combates en las barreras de escudos... y la magia. Me ha gustado mucho el tratamiento que recibe la magia. Al acabar la novela, aún es posible preguntarse: ¿hay magia real en esta obra?. En resumen, un ambiente muy cuidado, con abundancia de detalles.
                En cuanto al estilo, es bastante rico en detalles. Es fácil imaginar los paisajes y las situaciones (mención especial para las batallas).          
Como punto en contra, tras leer la trilogía sin pausa, me ha molestado el hecho de que se repita la narración. Me explico: conforme se avanza en la lectura, aparecen referencias a hechos que habían sucedido anteriormente, repitiéndose. La sensación es como cuando las series de televisión empiezan el capítulo con: “En episodios anteriores...”. Es un recurso que puede estar bien para poner en antecedentes, o si el lector hace mucho tiempo que leyó la anterior entrega, pero en un caso como el mío, me ha resultado superfluo y molesto, haciéndome leer pasajes que ya había leído anteriormente, o volviendo a presentar personajes que ya habían sido presentados. Daba un tono repetitivo a la historia. En cualquier caso, es un pequeño contrapunto que, en determinadas circunstancias, puede ser aconsejable.

En resumen, y aun sabiendo que se trata de una ficción histórica, cualquier amante de la novela histórica interesado en las leyendas artúricas, encontrará en esta trilogía un buen pasatiempo y una especulación interesante. Y no sólo los amantes de la novela histórica, sino que cualquiera que quiera viajar a otro lugar y otro tiempo, seguro que disfruta del paseo que le ofrece Bernard Cornwell con esta obra.

lunes, 20 de marzo de 2017

No confíes en Peter Pan, de John Verdon

                No era mi intención volver a leer algo de John Verdon, ya que la lectura de su primera novela Sé lo que estás pensando, no me pareció nada del otro mundo. Sin embargo, por recomendación otra vez, he decidido dedicar mi tiempo a No confíes en Peter Pan.
                No confíes en Peter Pan es la cuarta entrega de las aventuras del detective jubilado David Gurney. Fue publicada en 2013, y tiene 480 páginas.
                El tufillo a best-seller impregna la obra de John Verdon. De hecho, ese término ha llegado a tener ciertas connotaciones negativas para mi juicio, hasta el punto de que mi mente suele rechazar de antemano esas novelas que lo lucen en la portada. Analizando la sensación, me doy cuenta de que es porque ya sé en parte lo que me voy a encontrar en esa lectura: personajes estereotipados, situaciones peliculeras del estilo de persecuciones de coches y/o tiroteos, giros más o menos elaborados... es como si saber que una novela es “bestseller”, ya me estuviera aportando “spoilers” de la novela. Y así ha sido.
                Antes de asustar más a quien esté leyendo esta reseña, diré lo bueno: No confíes en Peter Pan es una novela policiaca sin grandes pretensiones, pero que cumple con su cometido, que es, al fin y al cabo, entretener. El ritmo es uno de los elementos que mejor controla el autor, y en este caso, consigue mantener al lector en vilo de principio a fin. La dosificación de la acción junto con el misterio de que trata la historia (a saber, el asesinato de un empresario en unas extrañas condiciones en que varios familiares son sospechosos), hace que acompañar al protagonista hasta la resolución del caso sea un paseo agradable. A eso hay que añadir los giros, lo que hace la historia aún más interesante. A esto hay que añadir también el caso investigado, cuya exposición me ha parecido original y, al menos esta vez, me ha parecido que la historia está mejor “atada”. Digo esto porque el principal motivo de que no me gustara excesivamente Sé lo que estás pensando, es que la historia tenía pistas falsas, mucho humo. Demasiadas alforjas para tan corto viaje.
                En cuanto a los personajes, mención aparte del protagonista, que sin ser una gran creación, encaja con la obra, el resto de personajes me chirrían bastante. Estereotipados y con unas motivaciones que no me termino de creer. La mujer tiene una personalidad que no entiendo. Jack Hardwick, el compañero que introduce al protagonista en el caso, tampoco me lo creo. Demasiados tacos, demasiada sobreactuación. Y así con la mayoría de los personajes. En otros casos, excesivamente peliculeros (entendiendo por tal los típicos clichés que suelen aparecer una y otra vez en la pantalla).
                El ambiente no deja de ser normal. El autor se sirve de él como decorado donde transcurre la acción, sin dar más detalles que los necesarios para el desarrollo de la historia.
                En resumen, una novela policiaca para pasar el rato. Con varios giros sorprendentes y una dosis de acción que, para mi gusto, sobra, pero que no estropea demasiado la historia. Se puede leer y disfrutar, pero no es de las típicas historias que lo dejan a uno trastornado durante varios días. En mi caso, archivado y a por el siguiente, a cambiar de tema y autor.

                

miércoles, 8 de febrero de 2017

A cada cual, lo suyo, de Leonardo Sciascia

                A cada cual, lo suyo, del italiano Leonardo Sciascia es, pese a su tamaño (160 páginas, perfecta para leerla del tirón), una gran novela. Fue publicada en 1966.
                El autor de origen siciliano, fallecido en 1989 a los 68 años de edad, se dedicó en un principio a la enseñanza, que después compaginó con el periodismo y la literatura. También entró en el mundo de la política.
                La personalidad crítica de este autor con los problemas de su país se deja ver bien en su obra, y A cada cual, lo suyo es un buen ejemplo, donde el escritor expone temas como la corrupción política, el poder de la iglesia y la mafia.
                La novela, ambientada en una zona rural de Sicilia, queda perfectamente definida. Sus gentes, sus costumbres y las preocupaciones de la época quedan patentes en la descripción del entorno donde transcurre la historia.
                Todo comienza con una carta anónima recibida por el farmacéutico del pueblo, en la que se le amenaza de muerte, y a la que se le presta poca atención al no haber enemigos conocidos del amenazado.
                Los personajes, pese a la poca extensión de la novela, quedan bien caracterizados, y aunque se les reconoce por su oficio (el farmacéutico, el médico, el abogado, el cura...), no son clichés. El autor los dota de personalidad. Podríamos decir que el profesor Laurana es el más desarrollado de todos, como corresponde a su función de protagonista, pero eso no resta calidad al resto de personajes, que resultan creíbles y perfectamente definidos.
                Se podría encuadrar como novela negra, pues se trata de una investigación, aunque es una investigación “peculiar”, y no daré más detalles. También se podría pensar que su corta extensión no da pie a desarrollar un gran caso, y sin embargo, tras su lectura, me ha parecido una historia excelente. Bien desarrollada, bien descrita, con personajes interesantes, conversaciones profundas y, como corresponde a cualquier novela negra: un misterio por resolver. Y una gran moraleja.
                El estilo del autor me ha cautivado. Controla el ritmo de tal forma que la historia avanza sin interrupciones, los personajes tienen conversaciones donde hablan de temas cotidianos, y de ahí se desprende la aguda crítica del autor sobre la sociedad siciliana. Todo ello de forma aséptica, sin llegar a criticar por criticar, y sin adoctrinar al lector, sino exponiendo temas o vivencias de los personajes para que el lector saque sus propias conclusiones.

                Sin duda, ha sido un gran descubrimiento este autor, y dado que tiene muchas obras cortas, no será ésta la única que aparecerá comentada en este blog. Muy recomendada para los amantes de la buena novela negra y policiaca, y también para cualquiera que quiera disfrutar de una buena lectura que perfectamente se puede acabar en una tarde cualquiera.

lunes, 30 de enero de 2017

Los restos del día, de Kazuo Ishiguro

                La novela Los restos del día, del autor británico de origen japonés Kazuo Ishiguro, recibió el premio Booker en 1989, año en que se publicó. Es una novela poco extensa, de 256 páginas.
                Ambientada en la Inglaterra posterior a la II Guerra Mundial, narra la historia de un mayordomo, míster Stevens, que por primera vez en mucho tiempo, dispone de una semana libre para hacer un viaje. Queda muy bien reflejada en la obra la vida y el funcionamiento del servicio doméstico de la clase alta, las tareas del oficio de mayordomo, así como las preocupaciones políticas de la época.
                El protagonista es el propio narrador. Y en este caso, encontramos una de las figuras, desde mi punto de vista, más difíciles de perfilar en una novela: el narrador poco fiable. No es más que la subjetividad del protagonista llevada a un extremo, pero pienso que, técnicamente, es muy difícil conseguir el efecto perfecto. Y, en este caso, está conseguido. Y bien conseguido, de tal forma que el lector tendrá que leer entre líneas, averiguar lo que no se dice, el por qué pasa lo que pasa, y, por último, y no menos importante: por qué la novela se titula así.
                La trama está estructurada en forma de diario, donde el narrador va transmitiendo sus vivencias diarias, intercalando el presente con distintos episodios de su pasado, que al final convergen para completar la historia.
En cuanto al estilo, acompaña perfectamente tanto al personaje como a la función que desempeña y la época en que vive: pulcro y refinado. Los diálogos tienen la máxima corrección posible (por eso de la flema inglesa).
El tema principal podría sacarse de una palabra que hacer reflexionar al protagonista: la dignidad y lo que para él significa. Toda la vida del protagonista gira en torno a dicho concepto, y aunque cada lector encontrará su propia lectura de la historia, la dignidad siempre estará flotando e impregnando todas las situaciones.
                Es una historia psicológica, introspectiva. La exposición de unos hechos vividos de una forma que, con el paso del tiempo, toman su verdadero significado. La grandeza de esta novela no está en lo que hay escrito, sino justo en lo que falta: lo que no se dice, pero el lector supone, lo que el narrador calla, pero el resto de personajes apuntan. Al margen de la empatía que se puede generar con el protagonista, el lector vivirá la novela como una experiencia en la que nada es lo que parece, buscando el significado de todo lo que sucede, el cual se va descubriendo poco a poco.
                Me ha gustado mucho. No es una lectura alegre, pero incita a reflexionar sobre la vida del protagonista, y sobre la vida en general. Muchas de las situaciones, de una u otra forma, pueden resonar en el lector y abrir puertas que, tal vez, llevaban tiempo cerradas. Días después de terminar esta lectura, aún hay frases y situaciones revoloteando por mi cabeza.
                Absolutamente recomendable.

jueves, 19 de enero de 2017

La guerra interminable, de Joe Haldeman

                Publicada en 1974, La guerra interminable, del escritor estadounidense Joe Haldeman, fue galardonada con los premios Hugo, Nébula y Locus. Consta de 448 páginas.
                No es ninguna barbaridad constatar que las obras literarias están íntimamente ligadas a las vivencias y ciclo vital de sus autores, y en este caso concreto, tenemos un ejemplo especialmente ilustrativo: el autor fue un veterano de la guerra de Vietnam que fue gravemente herido durante el conflicto, y que a raíz de eso (y de algunos otros motivos, supongo), decidió crear una obra de ficción e impregnarla con sus sensaciones. El género elegido fue la ciencia ficción, y los paralelismos que existen entre esta novela y la realidad de la guerra de Vietnam junto con las reflexiones del autor, están visiblemente patentes.
                El protagonista de la novela es el soldado William Mandella, quien a su vez es el narrador en primera persona de la historia. El punto de vista elegido en este caso es ideal, ya que es la forma perfecta de calibrar el efecto que la narración tendrá sobre el lector, y el autor ha cumplido su cometido. ¿Por qué? Porque es la mejor forma de mostrar (y no explicar) determinadas situaciones como el sinsentido de la guerra, la existencia vacía, el desapego, la falta de adaptación a los cambios... y muchos otros temas que son los que más me han cautivado.
                El protagonista se muestra al lector como un soldado que no está donde quiere estar, y al que le suceden cosas sobre las que tiene poco o ningún control. Su punto de vista no está exento de cierto humor mezclado con fatalismo. Lo mismo ocurre con la mayor parte de los personajes de la novela.
                La trama abarca, si no recuerdo mal, más de un milenio. ¿Cómo puede ser eso? Aquí entran en juego los conocimientos técnicos del autor (estudió Física), y junto con la explicación del efecto que tienen sobre el tiempo los viajes a velocidad de la luz (según la teoría de la Relatividad), la narración hace que varios años de la vida del protagonista, con algunos de esos viajes por medio, acaben siendo varios siglos.
                Eso me lleva al apartado de la tecnología. Muy elaborado. La descripción de la misma, su evolución, el armamento, los viajes espaciales y sus efectos sobre el ser humano... está todo cuidado con mimo, formando parte de un ambiente también muy bien cuidado: planetas inhóspitos, vida dentro de naves espaciales que viajan durante años y años, combates en lugares en los que nadie tiene interés...
                La historia, sin desvelar ningún detalle que el lector no pueda averiguar leyendo cualquier sinopsis, trata de la confrontación de la raza humana con una raza alienígena. La evolución de dicha confrontación y los cambios ambientales y personales que suceden durante la misma, son el núcleo principal de esta novela.

                Seguro que no seré el único aficionado a la ciencia ficción que habrá comparado esta obra con Las tropas del espacio del brillante Heinlein. Partiendo de que ambas novelas tienen muchas similitudes en la historia, en mi caso particular, diré que La guerra interminable es claramente anti-militarista, mientras que la obra de Heinlein, que en su momento fue catalogada como un folletín fascista y claramente pro-militarista, yo también la consideré una obra anti-militarista, aunque dicho mensaje era muy sutil y fácil de confundir con lo contrario. Sin embargo, como novela, la de Joe Haldeman me ha parecido mejor. No sé si por el ritmo de la narración, o por la personalidad del protagonista, o por el apartado técnico. Pero el resumen es que la he disfrutado más. De hecho, me ha sorprendido gratamente encontrar esta obra de la que no esperaba gran cosa, y que me ha proporcionado un buen rato de entretenimiento y algunas reflexiones interesantes sobre la guerra, el ser humano y la sociedad en general. La recomiendo.

lunes, 9 de enero de 2017

Esperando a los bárbaros, de J. M. Coetzee

                Esperando a los bárbaros es la segunda novela que cae en mis manos del Premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee. La otra, Desgracia, leída hace algunos años, la recuerdo con una sensación agridulce. Buena historia, pero melancólica. Veamos lo que he encontrado en este caso:
                La novela fue publicada en 1980. Tiene 204 páginas, lo que la convierte en una obra poco extensa, ideal para desconectar del mundo real, conectar con la historia y pasar un rato agradable compartiendo las reflexiones de este maestro de la Literatura.
                La historia tiene lugar en una localización no especificada, en un tiempo no especificado. Se puede pensar que describe el país natal del autor, pero en ningún momento lo menciona. Por mi parte, opino que el hecho de que no se indique lugar es un detalle del autor que intenta mostrar que no es eso lo importante de la historia, sino lo que sucede. Y así es. Se sabe que es un lugar fronterizo del Imperio, cuya riqueza proviene de un lago, un oasis cercano. Podría estar ubicado en cualquier lugar del mundo.
                El protagonista, el magistrado de dicho puesto fronterizo, lleva una vida apacible, en paz con su gente y con su entorno, hasta que la visita de la policía con noticias de “una inminente incursión de los bárbaros” comienza gradualmente a cambiar el status quo. El protagonista es un hombre de edad avanzada. Es también el narrador de la historia, y toda la novela está impregnada de su visión y sus opiniones respecto a lo que sucede. De esta forma, toda la historia es, por decirlo de alguna forma: “interna”. Suceden cosas, pero el lector las percibe a través del filtro del protagonista.
                Los personajes, aparte del protagonista-narrador, no están muy desarrollados, lo cual es lógico en una obra de este tamaño, pero sí están lo suficientemente bien definidos como para quedar perfectamente encajados en el entorno y añadir colorido y profundidad a la historia.
                Son varios los temas que se tratan en esta obra, y es que, pese a que es relativamente corta, también es profunda. Se puede ver cómo el miedo irracional perturba las costumbres y hace aflorar lo peor del ser humano, cómo la individualidad no puede nada contra el grupo, cómo la vejez cambia la forma de ver las cosas, cómo las buenas intenciones no siempre son bien interpretadas... todo eso he encontrado, y mucho más. Y seguro que cada cual encontrará su pequeña joya dentro de la historia, pues no hay moraleja. Como toda buena obra, la moraleja, si la hay, debe quedar escrita en la mente del lector, no en el papel del escritor.
                El estilo es pulcro, detallista, muy cuidado. Los detalles son los suficientes como para crear el impacto deseado, sin excesos y sin carencias, aunque debo advertir que hay algunas escenas algo crudas. Todo ello narrado con un ritmo suave que               hace avanzar la historia sin acelerones ni pausas prolongadas.

                En resumen, una buena historia para disfrutar de una rato agradable. Aunque no sea una lectura alegre (Desgracia tampoco lo era), es una obra apta para reflexionar sobre algunos temas que, independientemente de la época, nunca pasan de moda, y se repiten una y otra vez a lo largo de la Historia de la humanidad. Tal vez se puede ver la historia como una metáfora de los problemas que genera la falta de comunicación, o bien la poca predisposición a la comunicación cuando hay un ente superior que es el que ordena y manda. Otra más de las reflexiones que me inspira...