jueves, 19 de mayo de 2016

El secreto de la modelo extraviada, de Eduardo Mendoza

                El secreto de la modelo extraviada es la quinta entrega de las aventuras del detective anónimo creado por el barcelonés Eduardo Mendoza y que dio a conocer en El misterio de la cripta embrujada. Fue publicada en 2015, y tiene una extensión de 320 páginas.
                Se podría calificar como una novela policiaca, pero con altas dosis de humor, en línea con las anteriores entregas.
                La historia, como la mayor parte de las obras de este autor, está ambientada en Barcelona. En este caso, no sólo abundan los traslados por toda la ciudad, sino que, al estar dividida la trama en dos partes, una transcurrida en un pasado anterior a la candidatura olímpica de Barcelona y otra actual, el autor revela los cambios acaecidos en la ciudad, y todo ello desde un tono irónico, humorístico y pesimista (aunque no por ello alejado de la realidad).
                Los personajes son el punto fuerte de esta obra. Empezando por el protagonista, que a su vez es el narrador en primera persona de la historia, nos encontramos con seres caricaturescos, cuyas reflexiones y acciones me han arrancado más de una sonrisa, y alguna que otra carcajada. Volviendo al protagonista-narrador, sabiendo que comienza la historia saliendo de un manicomio, nos podemos hacer una idea de cómo será el relato de sus aventuras desde su punto de vista. El resto de los personajes, pese a las exageraciones, están bien definidos en cuanto a motivaciones y acciones que llevan a cabo.
                El hilo argumental trata de la investigación sobre la muerte de una modelo. El investigador (si se le puede llamar así al protagonista), comenzará investigando otro caso menor hasta que se verá envuelto involuntariamente en el principal, y, a partir de ahí, se irá mezclando con el resto de personajes secundarios y avanzando hasta la resolución del caso.
                En línea con las anteriores entregas, las peripecias del investigador me han hecho pasar un rato agradable con sus paseos por Barcelona (ciudad que no conozco tan bien como me gustaría, pero que tampoco me es para nada desconocida), y con las divagaciones, ocurrencias, reflexiones y conversaciones. El tono fresco y el ritmo rápido de la historia contribuyen a que no sea una obra pesada de leer. No hay tiempos muertos, y salvo la elipsis que divide en dos la historia, ésta avanza sin tregua de principio a fin.
                En cuanto al caso investigado, como siempre he dicho, la novela policiaca suele tener un caso a resolver, que no es más que una excusa para usar ese entorno y elaborar una crítica social. A veces con tono serio, y otras veces, como es este caso, en tono humorístico. Dicho esto, no es de extrañar que el caso pase a un segundo plano, dejando de protagonista al ambiente y las circunstancias que lo rodean.

                Pese a no ser una obra perfecta, es muy buena para pasar un rato distraídos y entretenidos. Y para coger cariño a unos personajes cuyas miserias los hacen tan humanos que seguro que todos conocemos a alguien que, en mayor o menor medida, comparte algunos de sus caricaturescos rasgos.

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