Publicada
en 2014 y con 352 páginas, estamos ante la octava entrega de la serie “Bevilacqua
y Chamorro”, la pareja de guardias civiles creada por Lorenzo Silva.
Como
viene siendo costumbre, el narrador es el principal protagonista: el brigada
Bevilacqua, que cuenta en primera persona toda la historia, de principio a fin.
Como toda novela policiaca que se precie, comienza con un cadáver, en este caso
de la alcaldesa de un pueblo no especificado de la costa levantina.
La
trama comienza con ese asesinato, y avanza hacia la resolución del mismo. Sí,
ya sé que hay miles de tramas iguales, que no es ninguna novedad. Pero la
grandeza de este autor no está, desde mi punto de vista, en los casos que
expone, sino en cómo los expone, lo que me lleva a analizar el estilo. La
narración de los hechos, pasada por el filtro de la mente del protagonista,
como en las anteriores novelas, le imprime a la historia un carácter personal,
realista, muy acorde con la investigación real en nuestro país, no escatimando
en exposiciones directas o indirectas sobre la jerarquía y la burocracia. Todo
ello contribuye a crear ese ambiente en el que se mueven los personajes, un
ambiente ficticio, pero calcado de la realidad actual. El tono usado es, desde
mi punto de vista, excesivamente formal en determinados casos, pero correcto.
En otros casos, humorístico, dentro de la susodicha formalidad.
Los temas tratados, como ha
sucedido en las otras entregas anteriores, son temas de actualidad. En este
caso, aunque el tema es tan antiguo como las pinturas de Altamira, está,
tristemente, muy de moda hoy día: la corrupción política.
Los personajes son, sin lugar a
dudas, el punto fuerte de esta serie. Tras tantas entregas, me maravilla ver
cómo han ido evolucionando desde aquel sargento Bevilaqua y la novata guardia
Chamorro de “El lejano país de los
estanques” hasta los actuales brigada y sargento, respectivamente. Se ve
cada vez más la profundidad de esos personajes, cómo los ha ido tratando la
vida, cómo les ha ido afectando su trabajo, cómo han ido cambiando su forma de
pensar. En cuanto a los personajes secundarios, también están cuidados hasta el
más mínimo detalle. Pese a que se podrían encuadrar dentro de estereotipos, el
autor huye del maniqueísmo y dibuja personajes que, según sus intereses, van
modificando su forma de pensar y actuar, es decir, consigue crear ese tipo de
personajes fáciles de imaginar para el lector, pero con rasgos suficientemente
distintivos que los alejan de los clichés.
Mención especial para las
reflexiones sobre la sociedad que surgen espontáneamente, ya sea por lo que los
personajes encuentran o porque alguna conversación deriva hacia algún tema
concreto. Los diálogos, igualmente, son de lo mejor de esta serie. Formales y
respetuosos, pero directos, ingeniosos, con verdades, mentiras, subterfugios,
estrategias. Soberbios.
A pesar de todo, no la considero
la mejor novela de la serie. El caso no me ha terminado de convencer, y, sin
embargo, tengo que decir que merece la pena, porque aunque flojee por ahí, se
me ha hecho muy corta, muy divertida y, sobre todo, me ha hecho vivir una
experiencia gratificante, que en el fondo es lo que todo obra buena debe (o
debería) conseguir.
Totalmente de acuerdo. Me ha gustado el libro, por la temática tan en boga en estos últimos años y por la manera de actuar el protagonista principal.
ResponderEliminarPero hay algo criticable en este y en otros libros que he leído de este autor: los desenlaces son como los adelantamientos de Moto GP, a todo trapo, de manera que el libro se acaba sin que nadie llegue a explicar como se ha llegado a saber quien, cómo y por qué...
Un saludo.
PD: Recomiendo "El secreto de la modelo extraviada"
Ése será el siguiente, sí. Que tengo abandonado a Eduardo Mendoza ;)
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