lunes, 4 de febrero de 2013

La caída de los gigantes, de Ken Follet

                Primera parte de una trilogía basada en algunos de los principales acontecimientos del siglo XX. La caída de los gigantes, con 1.024 páginas, fue publicada en 2010 y actualmente ya está disponible la segunda parte de la trilogía: El invierno del mundo. La tercera parte saldrá posiblemente en 2014.
                La idea es bastante original. En esta primera parte se narra la época de la 1ª Guerra Mundial desde el punto de vista de varios protagonistas: una familia de mineros galesa, unos aristócratas galeses, un norteamericano, unos hermanos rusos y un diplomático alemán. Con ese abanico de personajes principales, quedan cubiertos todos los ángulos de esa época turbulenta.
                La historia comienza poco antes del acontecimiento que dio lugar a la guerra, y va avanzando en el tiempo, concluyendo tras la finalización del conflicto. Todo ello visto desde los ojos de los personajes mencionados, a los que acompañará el lector viendo su evolución y cómo el conflicto afecta a sus vidas.
                Sin grandes ornamentos ni frases grandilocuentes, el autor narra en tercera persona, cambiando de personaje cada capítulo, haciendo avanzar el tiempo con cada cambio, y a veces, viendo los mismos hechos desde distintas perspectivas, lo cual es un buen punto a favor de la obra.
                Hasta aquí el análisis “técnico” de la obra. Ahora doy paso a mi análisis personal. Por supuesto, sin destripar el argumento, como siempre hago en mis reseñas. El resumen al que llego tras leer La caída de los gigantes es que no merece la pena. No es que sea mala la historia, ni que esté mal escrita, o que se me hiciera especialmente pesada. Simplemente, a mí no me aporta nada, y por eso (y por su extensión) es por lo que digo que no merece la pena. Como novela histórica, supongo que la mayoría de los hechos narrados serán reales, aunque con tinte novelesco. Al final de la obra, el autor señala las fuentes reales para distinguir la ficción. En ese aspecto está bien.
                Lo que no me ha gustado nada son los personajes. Los encuentro poco desarrollados. Cada cual se distingue por su función más que por su naturaleza. Incluso diría que, más que por su función, por su misión. Cada cual lleva un objetivo en mente y así sigue hasta el final de la novela. Eso hace que, más que seguir una evolución, lo que haya sea el cumplimiento de una misión, como si la vida sólo se tratara de alcanzar un objetivo. Aparte de esa motivación, en los personajes no he encontrado… nada más. Como si fueran robots programados para hacer una tarea, vamos. Poco profundos, estereotipos. Y yo creo que en 1.024 páginas hay espacio de sobra para desarrollar bien más de una docena de personajes. Y eso no lo he encontrado aquí. Un punto muy negativo.
                Aparte de eso, cada día me fastidia más el maniqueísmo, y en esta obra es uno de sus pilares fundamentales (¡hum!, pilares…). Los personajes son o muy buenos o muy malos. Tanto a unos como a otros se les distingue por la forma en que se les presenta. Esto le resta mucha calidad a la obra, desde mi punto de vista.
                Otro detalle negativo, en relación con el anterior, en el uso de los resortes dramáticos, ya que el autor siempre recurre siempre al mismo: la injusticia. Es un resorte muy fuerte para crear empatía con el lector, lo reconozco, pero en este caso, más que uso, hace un abuso. A todos los personajes les ocurren cosas muy malas y seguimos leyendo para ver cómo resuelven esos problemas, pero llega un momento que cansa. Entonces surge el segundo resorte dramático: el amor, unido a la separación, la tensión sexual no resuelta. Esa típica escena que no hace más que hacer pensar al lector que a ver si se acuestan ya de una vez. Pues lo mismo, escenas de esas, a montones. Y en cuanto al amor, la novela llega a un momento que parece convertirse en telenovela, al estilo de Amar en tiempos revueltos, que no he tenido el gusto de ver, pero el título queda clavado.
                En fin, recuerdo que disfruté mucho leyendo Los pilares de la Tierra y Un lugar llamado libertad. En este caso, La caída de los gigantes no es el peor que me he leído de Ken Follet, que ese mérito corresponde a En el blanco, malo a rabiar. Pero no pasará a mi lista de lecturas recomendadas, y por supuesto, no me motiva nada para seguir leyendo el resto de la trilogía. Pero todo esto es mi opinión personal.

viernes, 21 de diciembre de 2012

La aventura del tocador de señoras, de Eduardo Mendoza

                La aventura del tocador de señoras es la tercera novela protagonizada por el detective anónimo creado por el catalán Eduardo Mendoza. Actualmente ya existe la cuarta novela, titulada El enredo de la bolsa y la vida.
                Mi análisis se refiere sólo a esta parte (la tercera), aunque me consta que cada novela de esta serie consiste en un caso aislado y que tienen como factor común el mismo protagonista, así que no es necesario leerlas por orden, aunque sería recomendable.
                Cuando leí Sin noticias de Gurb, del mismo autor, me pareció una historia desfasada, lejana en el tiempo, aunque me gustó el estilo del autor. Es por ello que decidí darle una segunda oportunidad, y no me ha defraudado. En comparación con la obra citada, esta historia comparte esa visión ácida, catastrofista y miserable de los personajes, así como ese toque humorístico con situaciones absurdas que se suceden una tras otra.
                El protagonista (cuyo nombre no se conoce) es el narrador, y cuenta la historia desde su punto de vista, lo que la impregna de esa candidez que convierte en absurdas las experiencias vividas por él.
                La historia debería estar encuadrada en el género policiaco, ya que se trata de un misterioso caso de espionaje empresarial en el que el protagonista se verá envuelto en contra de su voluntad.
                Todo comienza con la salida del protagonista del manicomio en el que se hallaba recluido. A partir de ahí, se verá  inmerso en una conspiración en la que no tendrá más remedio que involucrarse para su resolución.
                La trama no deja un momento de respiro, ya que los acontecimientos van sucediéndose sin tregua, con lo que el protagonista irá pasando de una situación disparatada a otra que lo es aún más, hasta llegar a un final en que todos esos disparates, entrelazados entre sí, darán lugar a la resolución del caso.
                La novela cuenta con varios detalles que dan lugar a varias lecturas. Tomándolo todo en conjunto, es una historia seria, pero sin embargo, está narrada de una forma humorística que deja unas sensación de caricatura. Por otra parte, los personajes están descritos haciendo mucho hincapié en sus defectos, y no dejan de ser clichés, de lo cual el autor obtiene bastantes recursos humorísticos. A pesar de ello, en determinados momentos aparecen unas reflexiones o conversaciones de una profundidad tal que dejarán al lector descolocado, sin saber si hay que reírse o impresionarse por lo explicado. Además, el vocabulario utilizado añade más gracia si cabe a la historia, al ver explicaciones de hechos ridículos en un lenguaje culto, o bien los intentos de racionalizar hechos banales como si se estuviera escribiendo una tesis doctoral.
                Tengo que reconocer que me he divertido leyendo La aventura del tocador de señoras, porque la novela policiaca es un género que me interesa bastante, y porque es la primera obra en la que veo el género tratado de forma humorística.
                Para todos aquéllos que han leído La conjura de los necios y les ha gustado, les recomiendo esta obra, pues veo ciertas similitudes en el estilo utilizado. Hay muchas diferencias, sin duda, pero para mí, la experiencia lectora ha sido muy parecida.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes

                Antes de esta novela, pasaron por mis manos otras dos del autor vallisoletano, las cuales no son precisamente narraciones alegres. Se trata de La sombra del ciprés es alargada y El camino. En ambas historias, la muerte está siempre presente, como una sombra acechante que inunda el relato buscando su protagonismo.  En Cinco horas con Mario, la historia comienza directamente con un entierro. Sin embargo, esta vez no aparece ese ambiente tétrico que ambientaba las otras dos novelas a que hago referencia.
                La historia está dividida en tres partes claramente diferenciadas. Hay una pequeña parte introductoria, donde se describe el entierro de Mario. Después, la parte más extensa, núcleo del relato, que es un monólogo de su mujer Carmen junto al féretro de su marido. La novela concluye con un pequeño epílogo tras el monólogo de la mujer con su marido muerto.
                Esta obra vio la luz en 1966, y narra de forma excelente una parte de la visión de la sociedad y los problemas de España en esa época. Desde el punto de vista de Carmen, una mujer de clase media, se irá conociendo su entorno y, sobre todo, a su marido Mario. Literariamente, tiene muchos puntos soberbios y difíciles de dar forma. Personalmente, expongo dos que me han impresionado: uno es la visión subjetiva que Carmen da a su realidad, lo que permite dos lecturas diferentes: lo que ella piensa y lo que pasó en realidad. Es un ejercicio difícil de trasladar al papel, y en este caso está hecho con maestría. El otro punto interesante es cómo está redactado. El lenguaje coloquial que usa Carmen es un reflejo de la forma de hablar de la época, y a través del lenguaje, no sólo se retrata ella, sino también todo el ambiente que la rodea.
                Otro detalle interesante es el perfil psicológico de la narradora. Hasta muy avanzada la lectura no se da el lector cuenta de qué pie calza, y a partir de ahí es cuando comienza esa doble lectura que comentaba anteriormente.
                Sin llegar a contar parte de la historia, no es ninguna novedad que el monólogo de Carmen se centra en la crítica a su marido. La “chicha” de esta novela es el fundamento de dichas críticas, lo cual irá descubriendo el lector conforme avanza la historia.
                Pese a ser un monólogo, al finalizar la obra, el lector tendrá un perfil de cada uno de los personajes bastante definido, lo cual es un logro por parte del autor, debido a la forma de la narración.
                Como decía al principio, no es una historia alegre, pero es una buena historia, digna de ser leída. Me sorprende saber que esta obra se representa en teatro, y tengo curiosidad por verla, ya que el trabajo para la actriz debe ser descomunal. Son 256 páginas, la mayoría de ellas en forma de monólogo. En cualquier caso, en teatro o en novela, recomiendo esta obra. Es muy interesante la evolución que seguirá el lector respecto a la imagen de la narradora.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Madame Bovary, de Gustave Flaubert

                Esta novela de 1857 escrita por el francés Gustave Flaubert está considerada como una obra maestra encuadrada dentro del género llamado “realismo”.
                Tengo que reconocer que cuando empecé a leerla, ya había buscado referencias sobre la obra, y todas la alababan y ponían en un pedestal. Sin embargo, leído más de la mitad del libro, la impresión que me dejaba es que era un tostón. Mi definición de tostón: acumulación de frases que narran hechos y lugares con abundancia de ornamentos y con un estilo poético, pero que no dicen nada. A lo anterior se añaden pasajes en los que el autor se va por las ramas y cuenta historias que nada tienen que ver con el hilo principal de la historia.
                No me podía creer que una obra con tanto renombre fuera tan infumable (aunque no por ello le voy a dar una segunda oportunidad a Rayuela, Julio Cortázar, qué bien me la colaste), así que seguí leyendo, pero con la mosca detrás de la oreja, que aún tengo reciente el regusto amargo de lo mala que era Cincuenta sombras de Grey, y eso que no paro de ver gente paseando el libro por la calle. Más o menos a partir de la mitad, empieza a haber algo de movimiento por fin, y es ahí donde empieza el verdadero meollo de la historia, de tal forma que al acabar, acaba mereciendo la pena el sacrificio de haber pasado por páginas y páginas de morralla que parecía que no llegaban a ninguna parte.
                El realismo se ve bien reflejado en esta obra, y en cuanto al tema, son varios los que aparecen: el amor, la infidelidad, el desencanto, la vida de la burguesía francesa de esa época… todo ello descrito con un estilo pulcro y limpio, a veces poético.
                Los personajes son, sin duda, el punto fuerte de la obra. Son dos los principales: madame Bovary y su marido, aunque también hay otros personajes secundarios que el hecho de ser secundarios no hace que estén poco desarrollados, sino más bien al contrario. Pero centrándome en los protagonistas principales, diré que me han parecido unas construcciones soberbias, especialmente la que da nombre a la novela. Su forma de ser, su comportamiento y su evolución es obra de un profundo análisis psicológico, tarea ardua, aunque primordial para cualquier escritor. En este caso, Flaubert lo ha bordado.
                No menos importante es el ambiente en que tiene lugar la historia. La vida que transcurre en el pueblo y en la ciudad es descrita con lujo de detalles, así como la forma de pensar y vivir de los que ahí habitan.
                Se puede decir mucho más sobre esta novela, pero me costaría trabajo hacerlo sin dar detalles sobre la historia en sí, lo cual es contrario a lo que pretendo con mi análisis. Como resumen, diré la impresión general que me deja Madame Bovary: es una historia lenta, que avanza a paso tranquilo, tan tranquilo que puede llegar a ser desesperante, pero una vez superado determinado umbral, se despliega el núcleo fundamental de la misma y aumenta la complejidad, llegando hasta un final tan lógico como inevitable, lo cual no hace sino aumentar la belleza de la historia.
                Obra no apta para lectores de best-sellers que buscan acción desde las primeras páginas.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza

                Esta novela corta comenzó mediante entregas en un diario y finalmente fue publicada como novela en 1991. El autor barcelonés Eduardo Mendoza ambienta la historia en esa Barcelona pre-olímpica, y con un toque de humor y crítica social, da forma a las disparatadas vivencias de dos extraterrestres que aterrizan cerca de la ciudad y cuentan su experiencia según su propia visión de lo que sucede.
                La historia está narrada en forma de diario, donde el extraterrestre protagonista va anotando los hechos acaecidos y la hora a la que sucedieron. Tras el aterrizaje,  la desaparición de uno de los extraterrestre origina su búsqueda por parte del protagonista, y esa es la trama principal de la novela.
                La visión del protagonista impregna de subjetividad el relato, y su candidez es la que da ese toque humorístico a la realidad que se presencia. Sin embargo, estamos en 2012, y hace ya más de veinte años de la publicación de la obra. Suele suceder con las obras humorísticas que aguantan mal el paso del tiempo. Están escritas en un momento determinado y muestran la realidad de ese momento. Eso hace que las personas que vivieron ahí, vean un reflejo de la sociedad de entonces que les haga sentir nostalgia y apreciar los toques humorísticos, pero por otra parte, los que no conocieron ese entorno, perderán gran cantidad de detalles de la obra, como ha sido mi caso. Aunque he pasado un momento entretenido con su lectura, hay ciertos pasajes que me han parecido desfasados, con una sensación parecida a la que deja ver una película que en su momento nos pareció soberbia y, años después, se vuelve a ver y se aprecian cantidad de fallos o detalles que ya no tienen cabida en el mundo actual.
                El ritmo es frenético, todos los hechos se suceden sin tregua. Si a eso se añade que la obra no es muy extensa (144 páginas), nos queda una novela que puede ser leída tranquilamente en una tarde.
                Hasta el momento, es la única obra del autor que he leído. No me ha parecido gran cosa, pero me ha gustado ese estilo fresco y natural. Además, pese a lo absurdo y subjetivo del argumento, oculta una reflexión sobre la sociedad de esa época no tan lejana que, siendo objetivos, no ha cambiado apenas desde entonces (al menos en el fondo, no así en la forma).

jueves, 4 de octubre de 2012

Desgracia, de J. M. Coetzee

                El autor sudafricano John Maxwell Coetzee es de uno de los pocos de su continente que cuenta con el Premio Nobel de Literatura. La obra que voy a analizar, Desgracia, fue galardonada con el premio Booker.
                No estamos ante una historia alegre. Cuando se acaba la lectura, queda una sensación parecida a la que se siente al leer alguna obra de Miguel Delibes. Tal vez no tan llevada al extremo, pero sin duda, una historia que remueve algo en el interior del lector.
                El narrador va siguiendo al protagonista, David Lurie, un profesor de Universidad viejo y cansado, cuyo trabajo le produce hastío. Pese a la normalidad de su vida (dentro de sus estándares), no tarda mucho en producirse un gran cambio. Por obra de su incontenible impulso sexual, acaba condenado por acosar a una alumna, es ahí donde sucede la “Desgracia” que da título a la obra, porque desde entonces, toda la historia es un deambular del protagonista sin rumbo, un viaje a ninguna parte, sin estímulo para forjar una nueva vida, dejándose llevar.
                Respecto a los personajes, por medio de sus actos se van adivinando sus personalidades. Complejos, con distintos intereses. Muy humanos. Esto da lugar a muchos conflictos dentro de la historia, a malentendidos, a falta de entendimiento. En este aspecto, el autor ha conseguido un difícil objetivo.
                Los temas que trata son diversos, pues dentro de la historia se habla de marginación, de abuso de poder, de cambios sociales, de cómo encajar la llegada de la vejez, de cómo aceptar que el futuro no parece que vaya a ser mejor que el presente, de toda una vida trabajando que no deja recuerdo alguno que valga la pena, de cómo algo que se emprende con gran ilusión, acaba siendo una enorme pérdida de tiempo al final. Dentro de la historia está todo eso, y mucho más.
                El ambiente, en este caso tiene lugar en una ciudad y también en una zona rural de Sudáfrica. Es de gran relevancia en el planteamiento de la historia, ya que la forma de vida y los cambios sociales que parecen avecinarse quedan muy bien encajados por medio de las vivencias del protagonista.
                Es fácil sentirse identificado con los personajes, y también es fácil odiarlos. Durante la historia, algunos momentos mostrarán su lado más humano, otras veces su lado más ruin, y, como humanos que son, tomarán decisiones equivocadas, o se meterán en embrollos sin saber que iban a parar ahí.
                Me ha parecido una historia interesante, aunque melancólica. Sin embargo, hay momentos que me daba la sensación de que había pausas, que se detenía el avance, que estaba leyendo sin que pareciera que iba a llegar a ningún sitio, aunque esas pausas eran pasajeras. De cualquier forma, al no ser una obra larga, al terminarla deja la sensación de contener mucho en muy poco espacio. Muchas reflexiones, muchos hechos para reflexionar. Una historia muy recomendable para esos momentos en que la rutina nos abruma, porque esta lectura activará algunas fibras sensibles de las que están adormecidas.

lunes, 1 de octubre de 2012

Balzac y la joven costurera china, de Sijie Dai

                Esta novela del autor chino Sijie Dai está ambientada en la china comunista de Mao Zedong de los años setenta. Fue el mismo autor el que dirigió la versión cinematográfica.
                Escrita con un estilo impoluto, narra de forma cínica y, a ratos, humorística, la historia de dos jóvenes estudiantes que son enviados a una aldea de las montañas cerca de la frontera del Tíbet, a su proceso de “reeducación”. Es necesario aquí hacer un apunte histórico sobre el ambiente de la novela, ya que, efectivamente, Mao implantó un sistema en el que convirtió a los campesinos en tutores y maestros de la gente más “civilizada”, la gente de la ciudad, estudiantes, intelectuales. Los envió al campo para reeducarse, a la vez que se prohibían las manifestaciones culturales y todas las influencias occidentales. Esto sirvió, entre otras cosas, para aplacar y restar poder a los que se oponían al régimen. Este sistema, mal copiado en Camboya, originó una barbarie de tal magnitud que los libros de Historia se avergüenzan de tenerlo escrito en sus páginas. El propio autor vivió este proceso de reeducación en China, por lo que la novela tiene tintes autobiográficos.
                Como decía, la historia trata de las vivencias de esos dos estudiantes durante su periodo de reeducación. Está narrada desde el punto de vista de uno de ellos, como si fuera un diario. A través de sus ojos, queda reflejada la vida en la aldea, los trabajos que llevaban a cabo, sus relaciones con los campesinos y, sobre todo, la represión y el miedo a que son sometidos.
                Es imposible dar más detalles de la historia sin fastidiar la lectura, así que no ahondaré. Simplemente apuntaré que es una historia bella, de las que deja un poso tras su lectura que da la sensación de haber estado allí, acompañando a los protagonistas. A pesar de la dureza de las condiciones de vida en esa zona, la forma en que los personajes afrontan sus vivencias, aferrados a sus ideales, hacen que la vida sea más llevadera.
                Hay novelas en las que el ambiente es un personaje más. Eso sucede en ésta. Es uno de los principales. Su relación con los demás así como su presencia, es una parte indispensable de la historia. El resto de personajes, pese a no estar descritos con exhaustividad, es fácil distinguirlos por sus actos, e imaginarlos con gran lujo de detalles.
                El tiempo es un factor que no está presente en la novela. Los acontecimientos van sucediendo y son narrados en orden, pero no hay alusiones al tiempo que pasa entre un hecho y el siguiente. Es un detalle importante, que deja otra lectura, y es que la rutina de la vida allí es sólo quebrantada por esas vivencias que se narran.
                Dado que no es una novela demasiado larga (192 páginas), y puesto que está escrita de tal forma que su lectura es como un paseo, recomiendo esta obra. Es una forma de trasladarse a otro lugar y otro tiempo, desconectar de nuestra vida presente para vivir esa historia. Además, para los amantes de la literatura, se verán reflejados en determinados momentos de la obra y sentirán, tal vez como he sentido yo, un extraño tipo de nostalgia difícil de explicar.