viernes, 23 de diciembre de 2016

La era del diamante: manual ilustrado para jovencitas, de Neal Stephenson

                La era del diamante: manual ilustrado para jovencitas, del estadounidense Neal Stephenson, fue publicada en 1996, y recibió los premios Hugo y Locus. Tiene 672 páginas de extensión.
                Nos encontramos ante una novela de ciencia ficción ambientada en un futuro donde la nanotecnología ha evolucionado hasta tal punto que la sociedad se ha transformado de forma radical adaptándose y creando un sistema de phyles o tribus, clanes o como se les quiera llamar, los cuales tienen sus propias características y gobierno, y cuya extensión es transnacional. La mayor parte de la acción transcurre en territorio de lo que hoy día es China, concretamente en Shanghai.
                La trama transcurre a lo largo de varios años, y se compone de la historia de varios personajes cuyas vidas se encuentran relacionadas por el objeto que da título a la novela: el manual ilustrado para jovencitas.
                El narrador en tercera persona sigue las andanzas de los personajes. En cuanto a éstos, no hay un protagonista claro. Hay un aristócrata, un ingeniero, un juez, dos niños, una actriz, un doctor… algunos de ellos con más protagonismo, otros desaparecen en un determinado momento y luego vuelven a aparecer, otros desaparecen sin más y no se vuelve a saber de ellos. Están bien construidos, y aunque en algunos se echan en falta mejores detalles sobre su evolución, no es algo tan grave que pueda llegar a suponer un defecto.
                El ambiente está muy logrado. Se muestra a una sociedad china evolucionada, pero con vestigios de su pasado cultural. Una época en la que la tecnología es el alma y la base de la civilización. Hay también múltiples referencias a hechos, costumbres y formas de vida que la evolución tecnológica ha llevado a la obsolescencia, y cómo la sociedad se ha ido adaptando a los cambios.
                En cuanto al tema, hay dos fundamentales: uno es la nanotecnología y sus implicaciones en la vida diaria. Y el otro, y desde mi punto de vista, mucho más interesante, es la educación. Me refiero a educación formal, de la que se obtiene en los colegios o, como muestra en esta novela, en otros medios alternativos. El tema está tratado con mimo y, si bien al final queda algo confuso lo que el autor pretendía transmitir, sí que deja muchos interrogantes y puertas abiertas a las especulaciones del lector, o sea, que da que pensar.
                El ritmo, pese a la extensión de la historia, es adecuado. Sin embargo, hay algunos pasajes que me han resultado confusos, y no los he entendido bien, no sé si por fallos de la traducción o por un fallo mío como lector (de atención, por ejemplo). En cualquier caso, las tramas individuales de los personajes van avanzando y se van entrelazando sin grandes puntos muertos. Algunas veces el ambiente se describe de forma exhaustiva, y otras veces todo lo contrario, pero el efecto en el ritmo no se deja notar demasiado.
                Bien. Es la segunda novela de este escritor que pasa por mis manos. Me gusta mucho los amplios conocimientos que se nota que maneja sobre tecnología (informática, principalmente), y cómo los plasma con metáforas, cómo los retuerce y les da nueva forma, llevándolos al límite en su obra. Comparando La era del diamante y Anatema, veo que, sin duda, están escritas por el mismo autor. Se nota que han transcurrido muchos años entre la publicación de cada una de ellas, pero se ve ese nexo común, esa forma de redactar, esos temas recurrentes: tecnología, artes marciales, fragmentación de la sociedad, moral relajada en un futuro más avanzado (pero no por eso mejor)...

                Aunque me ha parecido bastante buena, se me ha hecho pesada en algunos momentos. Tal vez porque no captaba la idea de lo que quería transmitir el autor, por falta de detalles o bien por una exposición farragosa. En cualquier caso, es una buena obra de ciencia-ficción, con ideas interesantes, que me ha hecho reflexionar en algunos momentos. Aún tengo por ahí Criptonomicón y Snow Crash. Cuando pase un tiempo, volveré con este autor, porque tiene un estilo que me resulta llamativo, y las ideas que expone me parecen de lo más interesante.

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