El secreto de la modelo extraviada es la
quinta entrega de las aventuras del detective anónimo creado por el barcelonés
Eduardo Mendoza y que dio a conocer en El
misterio de la cripta embrujada. Fue publicada en 2015, y tiene una
extensión de 320 páginas.
Se
podría calificar como una novela policiaca, pero con altas dosis de humor, en
línea con las anteriores entregas.
La
historia, como la mayor parte de las obras de este autor, está ambientada en
Barcelona. En este caso, no sólo abundan los traslados por toda la ciudad, sino
que, al estar dividida la trama en dos partes, una transcurrida en un pasado
anterior a la candidatura olímpica de Barcelona y otra actual, el autor revela
los cambios acaecidos en la ciudad, y todo ello desde un tono irónico,
humorístico y pesimista (aunque no por ello alejado de la realidad).
Los
personajes son el punto fuerte de esta obra. Empezando por el protagonista, que
a su vez es el narrador en primera persona de la historia, nos encontramos con
seres caricaturescos, cuyas reflexiones y acciones me han arrancado más de una
sonrisa, y alguna que otra carcajada. Volviendo al protagonista-narrador,
sabiendo que comienza la historia saliendo de un manicomio, nos podemos hacer
una idea de cómo será el relato de sus aventuras desde su punto de vista. El
resto de los personajes, pese a las exageraciones, están bien definidos en
cuanto a motivaciones y acciones que llevan a cabo.
El hilo
argumental trata de la investigación sobre la muerte de una modelo. El investigador
(si se le puede llamar así al protagonista), comenzará investigando otro caso
menor hasta que se verá envuelto involuntariamente en el principal, y, a partir
de ahí, se irá mezclando con el resto de personajes secundarios y avanzando hasta
la resolución del caso.
En
línea con las anteriores entregas, las peripecias del investigador me han hecho
pasar un rato agradable con sus paseos por Barcelona (ciudad que no conozco tan
bien como me gustaría, pero que tampoco me es para nada desconocida), y con las
divagaciones, ocurrencias, reflexiones y conversaciones. El tono fresco y el
ritmo rápido de la historia contribuyen a que no sea una obra pesada de leer.
No hay tiempos muertos, y salvo la elipsis que divide en dos la historia, ésta
avanza sin tregua de principio a fin.
En
cuanto al caso investigado, como siempre he dicho, la novela policiaca suele
tener un caso a resolver, que no es más que una excusa para usar ese entorno y
elaborar una crítica social. A veces con tono serio, y otras veces, como es
este caso, en tono humorístico. Dicho esto, no es de extrañar que el caso pase
a un segundo plano, dejando de protagonista al ambiente y las circunstancias
que lo rodean.
Pese a
no ser una obra perfecta, es muy buena para pasar un rato distraídos y
entretenidos. Y para coger cariño a unos personajes cuyas miserias los hacen
tan humanos que seguro que todos conocemos a alguien que, en mayor o menor
medida, comparte algunos de sus caricaturescos rasgos.