El alemán Herman Hesse ganó el premio Nobel de Literatura en 1946, cuando ya tenía nacionalidad suiza. Fue escritor de novela y poesía, y también pintor.
Demian fue publicada en 1919, después de la Primera Guerra Mundial. Es importante destacar que hoy, casi un siglo después, se puede leer esta novela y casi no darse cuenta de que no está ambientada en la actualidad.
Es una novela poco extensa, de 218 páginas. Rápida de leer y apasionante en determinados pasajes.
El protagonista, Emil Sinclair, cuenta su etapa de transición desde la niñez hasta la madurez, seleccionando diversas experiencias que marcaron su vida y que fueron ese punto de inflexión que hizo avanzar su desarrollo. Al igual que en El lobo estepario, todo el proceso está marcado por la dualidad, por el conflicto entre el entorno y el yo intrínseco.
Esos cambios en el protagonista tienen mucho que ver con el personaje que da nombre a la novela, Demian. Emil lo conoce durante su etapa en el colegio, y a partir de entonces, encontrará en él un mentor que estará presente en todas esas etapas donde surgen los conflictos internos.
Todo comienza con una mentira, lo que desencadena la primera crisis de Emil, que lo hará dar el primer paso hacia la madurez. Se puede decir que cada capítulo supone un paso en ese camino que todos hemos andado hasta llegar a adultos. Mediante elipsis, el tiempo avanza a saltos de capítulo a capítulo hasta llegar al final.
Son varios los temas tratados en esta obra. Por una parte, está el desarrollo, el paso por la adolescencia, la conciencia de ir dejando atrás la niñez. También se puede encontrar la desaparición de la inocencia (muy bien reflejada), la obsesión por encontrar un lugar en el mundo, el amor platónico… son muchas las lecturas que ofrece esta novela.
Tengo que reconocer que, pese a las buenas críticas que me llevaron a leer esta obra, al final me quedó una sensación agridulce, tal como me sucedió cuando leí El lobo estepario, del mismo autor. Esa sensación proviene de que ambas obras empiezan muy bien. Enganchan. Tienen reflexiones poéticas, contundentes, demoledoras. Frases que hay que volver a leer una y otra vez, para deleitarse con la belleza de esa verdad desnuda que hay tras la puerta de la mente humana. Sin embargo, ambas obras acaban entrando cerca de su final en un terreno místico. Me queda la sensación como si al autor se le fuera de las manos su historia y se dejara llevar. Es por eso que Demian, según mi opinión, tiene un comienzo espectacular, se mantiene el ritmo durante buena parte de la historia, y después comienza a decaer, pasando a ese terreno místico o paranormal que no me terminó de enganchar. Pese a ello, la recomiendo. Las partes buenas compensan, y mucho, el resto. Y hay que leer toda la historia para tener esa visión de conjunto.