Publicada
en 1890, es la única novela del escritor irlandés Oscar Wilde, que pese a su
relativamente temprana muerte, dejó un legado escrito de numerosos poemas,
ensayos, cuentos y obras de teatro.
Ambientada
en Londres a finales del siglo XIX, la historia muestra la vida decadente de la
alta sociedad inglesa de esa época: sus costumbres, sus prejuicios, sus
anhelos… las numerosas descripciones, que a menudo frenan el ritmo de la
historia, ayudan a dibujar ese escenario en el que la historia tiene lugar.
Como
cualquier novela considerada un “clásico”, el tema principal es bien conocido
por mucha gente: la eterna juventud, que este caso va unida al hedonismo y al
narcisismo.
Los
personajes están bien construidos y diferenciados. Destacan tres: el protagonista
Dorian Gray, un joven inexperto con una belleza extraordinaria, el pintor Basil
Hallward, quien queda prendado de la belleza de Dorian Gray y decide pintar su
retrato, y Lord Henry Wotton, un noble conocido del pintor que se interesa por
la inocencia de Dorian Gray y, como se ve a lo largo de la historia, lo irá
influenciando con su corrosiva visión de la vida y la sociedad.
La obra
me ha parecido una buena lectura, si bien determinados pasajes se me han hecho
lentos por las numerosas descripciones. No es que dichas descripciones sobren,
ya que ayudan a situar al lector dentro del ambiente, pero sí que cortan la
acción en seco y la historia deja de avanzar, como si se hubiera quedado
estancada en un bucle. Por otra parte, hay algunos hechos atribuibles al
protagonista que, siendo una pieza fundamental de lo que sucede en la historia,
el autor no entra demasiado en detalles, simplemente deja constancia de lo que
está pasando, sin ahondar. No es un gran defecto, pero personalmente eché de
menos que se ampliara la información en esos puntos.
El
narrador, en tercera persona, es quien cuenta la historia desde un punto de
vista neutro, aunque en determinados pasajes muestra su empatía con el
protagonista. En este punto, merece la pena destacar que el autor fue juzgado
por homosexualidad, y en el juicio, entre otros, se expusieron argumentos
contenidos en esta novela, a lo que el autor respondió que los actos o
pensamientos de los personajes de una obra de ficción no tienen por qué
coincidir con los del autor. Pero no se libró de la cárcel por su “delito”.
En este
caso, como en muchos otros en los que una historia original ha sido usada como
cliché para multitud de películas, series, novelas y todo tipo de situaciones,
la lectura pierde parte del atractivo que ofrece la novedad, al haber tenido ya
por otras vías entradas de spoilers.
Pero aunque se pierda esa novedad, en este caso la novela tiene una gran
calidad no sólo en la historia y cómo está relatada, sino en las conversaciones
y reflexiones de los personajes, profundas, contundentes, sujetas a debate,
originales, controvertidas. Es por ello por lo que animo a que, cualquiera que
conozca la historia de Dorian Gray pero no haya leído la novela original, lo
haga. Son 284 páginas que se pueden leer en un par de tardes. Yo, al menos, no
me he sentido defraudado.
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