En 2012, Lorenzo Silva recibió el Premio Planeta por La marca del meridiano, que es la séptima entrega de las aventuras de los investigadores de la Guardia Civil Bevilacqua y Chamorro, los personajes más conocidos del autor.
El lejano país de los estanques, publicado en 1998, es la primera entrega de la serie policiaca protagonizada por los susodichos personajes, y es el objeto de análisis en esta reseña.
Se trata de una novela policiaca al más puro estilo. Chica extranjera aparece muerta en una residencia de vacaciones cerca de la playa, durante el verano. Los protagonistas investigan su caso hasta la resolución. Pintado así, parece que no añade nada a la mucha literatura que hay parecida, pero nada más lejos de la realidad. La fórmula de cualquier novela policiaca puede ser siempre la misma, suele empezar y acabar igual (empieza con un crimen y acaba con la captura del criminal), pero lo que sucede entre esos dos puntos es el núcleo de la historia.
La novela policiaca siempre me ha parecido fascinante por la enorme carga moral que pone en juego. Asimismo, es uno de los vehículos más potentes de crítica social que existen. Exponiendo hechos sin dar explicaciones, el lector se suele encontrar muchas veces ante dilemas difíciles de abordar. No sólo se trata de armar el puzle que supone la resolución del caso, sino también verse cara a cara con los motivos de los criminales o incluso de los propios investigadores, y ver que en el mundo no todo es blanco o negro, sino que hay muchos matices de grises. Es ahí donde se descubre que los buenos no siempre ganan y no siempre son buenos, y que los malos tal vez no son tan malos, y no siempre pierden. Ese detalle da un juego impresionante en cualquier novela de este tipo.
En El lejano país de los estanques, hay un detalle que me ha llamado mucho la atención respecto al resto de novela policiaca que llevo a mis espaldas. Ese detalle se llama disciplina, y es algo que no suele abundar en este tipo de escritos. Normalmente, los investigadores de novela suelen ser tipos atormentados y decadentes, o bien seres obsesivos dedicados por completo a su trabajo, o personas con un intelecto superior a prueba de criminales, o personas que se ven obligadas a enfrentarse con el criminal porque es su némesis o por alguna venganza del pasado. Ninguno de esos estereotipos encajan con el sargento Bevilacqua y su ayudante la guardia segunda Chamorro. Hablaba de disciplina porque es uno de los pilares del Ejército y la Guardia Civil, y está presente en toda la obra: en los diálogos, en la forma de trabajar de los protagonistas. Ese detalle no lo he encontrado con tanta claridad en ninguna otra novela que haya leído con anterioridad. Es por eso que el autor recibió un premio de la misma Guardia Civil por su contribución a la imagen del Cuerpo.
Y es que los personajes, así como los escenarios y las situaciones descritas, son muy realistas. Quizás algo exagerados algunos personajes secundarios, pero se puede disculpar, porque con eso se ahorran descripciones redundantes y permite al autor centrarse en el meollo de la cuestión.
La investigación está ambientada en una zona de vacaciones en Mallorca, cerca de la playa. Todo el proceso que siguen los protagonistas está descrito con un ritmo que hace que al lector le cueste trabajo dejar la lectura, por la cantidad de interrogantes y por la forma de enfocar el avance de la investigación. Al final, incluso sabe a poco.
No puedo dar más detalles sin meterme a pisar la historia a quien no sepa de qué va, pero recomiendo esta lectura. La experiencia es como un paseo agradable con algo de tensión en determinado puntos. Tengo curiosidad por seguir con la serie y ver si mantiene el mismo nivel. Lo haré dentro de poco.