Actualmente, la novela de misterio a la vieja usanza está perdiendo terreno ante el avance de la novela negra moderna y el progresivo efecto de “descafeinado” que están sufriendo los antiguos títulos de terror (valga como ejemplo la cantidad de literatura que está surgiendo sobre vampiros, zombis, hombres-lobo, etc.), proceso que sin duda está enfocado al creciente público juvenil. En cualquier caso, en mi humilde opinión, si Bram Stoker y otros de su calaña levantaran la cabeza y vieran lo que están haciendo con las criaturas sobrenaturales, volverían otra vez a la tumba.
Dejando de lado opiniones personales que bordean el asunto, en este caso no hay seres sobrenaturales, y voy a centrarme en esta obra, una de las más conocidas de Agatha Christie. “Diez negritos” es una novela que evoca esa época de principios del siglo XX, y que aúna varios elementos típicos de las obras de misterio que tanto abundan, incluso llevándolos al extremo. La intención es ofrecer, como si de una partida de Cluedo se tratara, un asesinato, o varios, y una serie de pistas que deberían apuntar al asesino y al móvil. Todo ello dentro de un escenario típico en el que suceden todos los hechos.
Esos elementos que comento son: diez personas que son convocadas por un misterioso anfitrión a pasar unos días en una mansión en una isla de la que apenas tienen datos. Ninguna de ellas se conoce entre sí. Una vez en la isla, una tormenta amenaza con dejarlos aislados. El anfitrión no aparece, y, de pronto, una grabación hace que todos conozcan el secreto oscuro que alberga cada uno de ellos. Ése es el comienzo del juego, y no voy a dar más datos sobre el desarrollo de la trama. Sin embargo, la acción irá transcurriendo de tal forma que irán surgiendo sucesos inexplicables en los que se verán envueltos todos los personajes, aparecerán pistas para resolver el misterio, y todo concluirá en un final sorprendente y difícil de anticipar, al estilo de la mayoría de las obras de la autora.
En cuanto a Agatha Christie, ferviente admiradora de Arthur Conan Doyle y Edgar Allan Poe, deja ver su influencia en esta obra, en la que se puede atisbar una mezcolanza del estilo de ambos autores.
Tengo que reconocer que, aunque la historia es muy buena, encuentro el estilo algo desfasado (lo cual es normal teniendo en cuenta la fecha en que se publicó, 1939). Esta sensación, sin duda me viene por el estilo más rápido que impera actualmente, el cual es más inclinado a la acción que a la reflexión. En cualquier caso, es una gran obra con una sorprendente historia que en su momento debió ser un gran éxito (y lo sigue siendo). No aparecen los personajes principales de la autora, Hércules Poirot o Miss Marple, pero está construida de la misma forma y con el mismo estilo que las historias de dichos personajes. También aparece ese extraño ambiente romántico al que evocan, de una u otra manera, otras novelas suyas como “Asesinato en el Orient Express” o “Muerte en el Nilo”.
Mucho está cambiando actualmente la novela policiaca, pero siempre merece la pena leer alguna de estas joyas, que hacen pasar un buen rato y mantienen al lector en vilo. Además, la autora siempre escribió con una regla muy interesante que no siempre se sigue en la literatura o cine y televisión modernos: en todas estas novelas, a lo largo de las mismas van apareciendo pistas que permitirían llegar hasta la solución del enigma. Actualmente, se sigue esa regla generalmente, pero otras veces, se omite esa regla de forma intencionada, con el objetivo de mantener la intriga hasta el final, momento en que surge por ahí un asesino que se sacan de la manga y con eso queda resuelto el misterio. Esto último me parece un insulto al lector o espectador, y cada día es más usado en televisión (no tanto en literatura, por suerte). Valgan como ejemplo la serie “The Killing” donde el argumento da tantos bandazos que cualquiera puede ser el asesino, o la serie “Perdidos”, en la que los guionistas montaron tal esperpento que tuvieron que sudar tinta para darle un final con el que millones de espectadores quedaron decepcionados.
Hoy día prima el mantener enganchado al lector/espectador a toda costa, y por eso hay tantos finales decepcionantes. Pero lo que hace que una obra pase a la posteridad, es tanto el desarrollo como el final en que todo queda encajado, pues una vez acabada, se ve todo el conjunto. Y ni a lectores ni a espectadores les gusta que los engañen, y para mi desgracia, eso sucede últimamente con demasiada frecuencia, pero la posteridad pone a todas esas estafas en su sitio. Es lo que sucede con todas esas historias, ya sean series de televisión o novelas escritas, que tienen un comienzo trepidante y luego la historia se desinfla de tal forma que al final queda una sensación agridulce al ver que no se ha mantenido el ritmo del principio hasta el final.
Por eso no me extraña nada que ahora se esté poniendo de moda Sherlock Holmes. Sus aventuras, al igual que las de Agatha Christie, son impactantes precisamente por el final, donde se descubre todo. Es esa receta la triunfadora, la que no pasará de moda nunca.
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