Esta historia es tan conocida que ha pasado a formar parte de la cultura popular. Sin embargo, al terminar su lectura, he recordado las enseñanzas del jefe de bomberos de “Fahrenheit 451” cuando decía (no recuerdo las palabras exactas) que la sociedad buscaba los libros ya digeridos, que no había necesidad de leer cuatrocientas páginas si el argumento se podía resumir en dos líneas. Esas dos líneas son la enseñanza que busca la gente, el núcleo de la historia. Lo peor es que mucha gente actualmente lo ve así, pero por suerte para mí y para la mayoría – incluyendo a la totalidad de las personas que disfrutamos con la lectura – el jefe de bomberos estaba totalmente equivocado. Esas dos líneas son el residuo de la obra, pero el verdadero placer es el camino recorrido, no la meta. La lectura de esta obra es un claro ejemplo.
Si cuento el final para ilustrar (en contra de lo que pretendo hacer en este blog), podría decir que esta obra trata sobre un doctor que elabora una pócima que, al consumirla, hace que se transforme en otra persona, un monstruo malvado que sólo se dedica a hacer el mal. Ése sería el resumen, y muchos dirían “Ya me he ahorrado leer una historia de 70 páginas, ya sé de qué va”. Craso error. Esta obra va mucho más allá. El hecho de conocer el final no significa que todo el jugo de la obra esté ahí. Hay más, mucho más.
Por ejemplo, hay una historia con abundante misterio (aunque tengo que reconocer que la mayor parte de ese misterio y la tensión que podría generar, se ve eclipsada por el hecho de saber a qué se debe todo, esta es la parte mala de conocer previamente la historia). El ambiente de ese Londres tétrico y oscuro recuerda mucho a la obra y la época en que Arthur Conan Doyle dio vida a Sherlock Holmes, y evoca ese extraño romanticismo de niebla, oscuridad y calles donde en cada esquina acecha una amenaza. El autor consigue crear ese decorado donde tendrá lugar la historia y sumerge al lector dentro de ese ambiente.
El narrador sigue a Utterson, un notario amigo de un tal Doctor Jekyll que le confía un extraño testamento. Dicho testamento del doctor a favor de un tal Mr. Hyde provoca la curiosidad del notario, que irá descubriendo poco a poco la relación del doctor con Mr. Hyde, así como la personalidad maléfica de éste último.
La historia sigue de forma lineal hasta llegar a un desenlace incomprensible para el protagonista. Entonces la historia sigue y concluye con la lectura de dos cartas: una de un doctor amigo tanto del protagonista como del Dr. Jekyll y otra carta redactada por el propio Dr. Jekyll, donde explica el porqué de cada uno de los incidentes que van sucediendo sin explicación a lo largo de la historia.
Como indiqué anteriormente, es una obra de misterio, el cual se ve resuelto al final. El tema, más allá de la superficialidad de los hechos ocurridos, va tomando forma al final, con la carta del Dr. Jekyll, sin duda la mejor parte de la obra. Ahí quedan explicados todos los hechos, así como la motivación de los mismos, y esta parte, escrita ya desde el punto de vista del doctor, me ha parecido soberbia. Habla de tantas cosas que es imposible resumirlas todas: habla de la dualidad del ser humano (al igual que hacía Herman Hesse en “El lobo estepario”), habla de la imagen que se proyecta hacia la sociedad, de los comportamientos éticos, del deseo de mejorar, de la lucha entre el bien y el mal… entre otras cosas.
Es por ello que, dado lo mucho que hay escondido en tan pocas páginas, recomiendo encarecidamente su lectura (yo me la terminé en una tarde). Al igual que sucede con Drácula de Bram Stoker, una vez leído, queda bien claro que cualquier resumen o película, no es más que una ínfima parte de lo que se puede sacar de la lectura.
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