Memorias de Adriano es una novela de 376 páginas escrita por la autora belga (posteriormente nacionalizada en Estados Unidos) Marguerite Yourcenar, publicada en 1951. Queda encuadrada dentro del género de novela histórica, aunque esta obra cuenta con determinados matices que la hacen un tanto diferente a muchas otras narraciones con las que comparte género.
Cuando el emperador romano Adriano ve próxima su muerte, decide narrar su vida y sus reflexiones en un escrito dirigido a Marco Aurelio, que lo sucedería como emperador. La narración, así pues, está en primera persona desde el punto de vista del propio Adriano. El estilo, culto y refinado, a veces acercándose a lo poético, intenta reproducir las reflexiones de un hombre que vivió hace casi dos mil años, y la autora logra transmitir a través de esos pensamientos la forma de vida y los valores de la época.
Es un escrito denso. No hay conversaciones, y de principio a fin es un continuo monólogo en el que se van sucediendo hechos, reflexiones, justificaciones y explicaciones. Es por ello que se me ha hecho pesadísimo. Si bien hay muchos detalles, hechos interesantes y figuras retóricas geniales, lo más importante es la posibilidad de contrastación de la realidad con esos hechos. Sin embargo, a mí personalmente no me ha aportado mucho la lectura de esta novela.
Tengo que reconocer que la labor de investigación y el ejercicio de entrar dentro de la mente de una figura tan importante como fue el emperador Adriano son un gran punto a favor de la escritora. Al final de la narración hay una cronología donde se indica todo el proceso que siguió la novela hasta que fue terminada. Es ahí donde la autora explica su motivación, su idea, los problemas que surgieron durante la escritura, las fuentes, bibliografía y los datos utilizados… es decir, todos los componentes que hicieron falta para poder completar la novela.
Como he dicho, los datos históricos fueron objeto de estudio y documentación por parte de la autora, y seguramente corresponden con la realidad (no lo he comprobado). Sin embargo, la parte intangible, es decir, la que hace referencia a los pensamientos del emperador, a su opinión sobre determinados temas, muchas veces no deja de ser una mera especulación sobre lo que pasaba por su cabeza, dadas unas circunstancias concretas y unas acciones que podrían parecer motivadas por esos pensamientos, pero especulaciones, al fin y al cabo. Eso no quiere decir que carezcan de calidad, sino todo lo contrario. Se presenta a una persona racional, con unas preocupaciones acordes con la época en que vivió, y con unas ideas respecto a la humanidad que son perfectamente válidas hoy día. Adriano reflexiona sobre la vida, sobre la enfermedad y sobre la muerte. También sobre el poder, y sobre la traición. Y también sobre las relaciones y el amor.
Al final de la lectura, queda una imagen del hombre que fue el emperador, de cómo llegó ahí y de los actos que llevó a cabo durante su vida. Pero ese proceso, el de llegar al final, yo como lector lo he sufrido más que disfrutado. Entre frase y frase que activaba alguna zona de mi cerebro que me hacía disfrutar o reflexionar, había páginas y páginas enteras de monólogo que me recordaban a una de esas clases en las que el alumno está medio dormido esperando que suene el timbre, mientras el maestro suelta el tostón.
Repito que no es que sea una mala obra, y el hecho de que me haya parecido aburrida no es obstáculo para que se hayan vendido millones de copias y figure como una de las obras maestras de la literatura moderna.