Esta novela de 1857 escrita por el francés Gustave Flaubert está considerada como una obra maestra encuadrada dentro del género llamado “realismo”.
Tengo que reconocer que cuando empecé a leerla, ya había buscado referencias sobre la obra, y todas la alababan y ponían en un pedestal. Sin embargo, leído más de la mitad del libro, la impresión que me dejaba es que era un tostón. Mi definición de tostón: acumulación de frases que narran hechos y lugares con abundancia de ornamentos y con un estilo poético, pero que no dicen nada. A lo anterior se añaden pasajes en los que el autor se va por las ramas y cuenta historias que nada tienen que ver con el hilo principal de la historia.
No me podía creer que una obra con tanto renombre fuera tan infumable (aunque no por ello le voy a dar una segunda oportunidad a Rayuela, Julio Cortázar, qué bien me la colaste), así que seguí leyendo, pero con la mosca detrás de la oreja, que aún tengo reciente el regusto amargo de lo mala que era Cincuenta sombras de Grey, y eso que no paro de ver gente paseando el libro por la calle. Más o menos a partir de la mitad, empieza a haber algo de movimiento por fin, y es ahí donde empieza el verdadero meollo de la historia, de tal forma que al acabar, acaba mereciendo la pena el sacrificio de haber pasado por páginas y páginas de morralla que parecía que no llegaban a ninguna parte.
El realismo se ve bien reflejado en esta obra, y en cuanto al tema, son varios los que aparecen: el amor, la infidelidad, el desencanto, la vida de la burguesía francesa de esa época… todo ello descrito con un estilo pulcro y limpio, a veces poético.
Los personajes son, sin duda, el punto fuerte de la obra. Son dos los principales: madame Bovary y su marido, aunque también hay otros personajes secundarios que el hecho de ser secundarios no hace que estén poco desarrollados, sino más bien al contrario. Pero centrándome en los protagonistas principales, diré que me han parecido unas construcciones soberbias, especialmente la que da nombre a la novela. Su forma de ser, su comportamiento y su evolución es obra de un profundo análisis psicológico, tarea ardua, aunque primordial para cualquier escritor. En este caso, Flaubert lo ha bordado.
No menos importante es el ambiente en que tiene lugar la historia. La vida que transcurre en el pueblo y en la ciudad es descrita con lujo de detalles, así como la forma de pensar y vivir de los que ahí habitan.
Se puede decir mucho más sobre esta novela, pero me costaría trabajo hacerlo sin dar detalles sobre la historia en sí, lo cual es contrario a lo que pretendo con mi análisis. Como resumen, diré la impresión general que me deja Madame Bovary: es una historia lenta, que avanza a paso tranquilo, tan tranquilo que puede llegar a ser desesperante, pero una vez superado determinado umbral, se despliega el núcleo fundamental de la misma y aumenta la complejidad, llegando hasta un final tan lógico como inevitable, lo cual no hace sino aumentar la belleza de la historia.
Obra no apta para lectores de best-sellers que buscan acción desde las primeras páginas.