Otra nueva obra acerca de la turbulenta vida de Henry Chinaski, alter-ego del autor Charles Bukowski.
En esta ocasión, la historia trata de las vivencias del protagonista desde que dejó de ser un muchacho ocioso y se incorporó al mundo laboral. Tal como corresponde a una persona irresponsable, bebedora, viciosa y poco planificadora, Henry va pasando por distintos empleos de baja categoría, los cuales abandona al cabo de poco tiempo, a veces por voluntad propia, pero la mayoría por despidos más que justificados por sus ausencias, borracheras y altercados varios.
Con una visión contagiosamente pesimista del mundo, el autor nos presenta a una serie de personajes que se van desfilando por la historia: jefes, compañeros de trabajo, mujeres relacionadas o no con el trabajo…, todos los cuales suponen un clavo ardiendo al que el protagonista se aferra y, finalmente, acaban formando parte de una u otra forma en su perdición.
“Factotum” es una huída hacia delante, una exaltación del vivir día a día, un camino hacia ninguna parte. En esta historia no se ha escatimado en situaciones grotescas, litros de alcohol, sexo, apuestas y todo aquello que tan presente está en todas las obras del autor. En la misma línea del resto de sus obras, en ésta se cuenta la historia en primera persona, desde el punto de vista y pensamientos del protagonista, un ser a veces brillante y generalmente grotesco, que inspira tanta lástima como simpatía. Un personaje que no deja de sorprender a lo largo de la historia y que, gracias precisamente a este hecho, hace que la lectura de “Factotum” se convierta en una adicción.
El lenguaje usado carece de adornos innecesarios, pero logra unas descripciones vívidas de las situaciones relatadas. Es muy fácil meterse en la piel del protagonista y criticarlo e incluso censurarlo. El autor logra de esta forma poner al lector en una situación moral superior, lo cual no es fácil de lograr.
En cuanto a la longitud de la historia, es bastante corta, teniendo en cuenta tanto la cantidad de páginas, que no llega a doscientas, como el efecto adictivo de la lectura, que hace que se devoren sin apenas darse cuenta.
No es necesario haber leído previamente ninguna otra de las vivencias de Chinaski para poder apreciar intensamente esta obra, aunque recomiendo empezar por “La senda del perdedor”, donde se puede visualizar, como el propio título indica, cómo puede llegar una persona a ser como el protagonista de esta historia.
Existe una película de esta obra, que aún no he tenido ocasión de ver. En cualquier caso, y sin tener críticas previas de la misma, supongo que no habrá sido difícil de hacer, ya que es muy fácil imaginarse las situaciones descritas en la novela.
Un buen y adictivo pasatiempo, el de leer la vida de Chinaski. Pese a tener siempre los mismos factores de base, no deja de sorprender a cada paso que da.
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