Tenemos que hablar de Kevin es una
novela de la escritora y periodista de origen estadounidense Lionel Shriver. La
novela fue publicada en 2005, y es relativamente extensa (608 páginas).
La
protagonista, Eva, tiene un negocio de elaboración de guías de viaje que le
hace vivir una vida desahogada junto a su familia. Ella misma es la narradora
de toda la historia, y lo hace en primera persona, pero de un modo un tanto
peculiar: mediante cartas enviadas a su marido, Franklin.
Así
pues, es una novela epistolar, redactada a base de cartas. La forma en que está
escrita me ha recordado a lo que leí en Cinco
horas con Mario de Miguel Delibes, por la sensación de ser toda la historia
un monólogo, si bien en la obra de Delibes la narradora emitía su monólogo
junto al ataúd de su marido, y en Tenemos
que hablar de Kevin, la protagonista cuenta su monólogo mediante cartas.
Ambas novelas comparten la visión desde el punto de vista de la protagonista:
sus pensamientos, sus juicios de valor, sus inquietudes y su forma de ver y
vivir la vida. Salvando las diferencias por lo distintas que son ambas
historias y sus personajes, existe ese paralelismo en la forma de contar la
historia.
Los
personajes principales, aparte de la protagonista, son su marido Franklin y el
que da nombre al título, Kevin, el hijo de ambos. Personajes muy bien
definidos, siempre desde la subjetividad de la narradora, pero muy reales y
verosímiles.
En
cuanto a la trama, es lineal, y comienza con la protagonista mostrando su vida
actual y dejando entrever un suceso traumático, relacionado con su hijo, del
que se irán conociendo todos los detalles poco a poco. Después, la narradora da
un salto atrás en el tiempo y vuelve hasta el punto de su relación en que
decidieron tener un hijo. A partir de ahí, la historia avanza de forma lineal
hasta la conclusión de la novela.
La
visión de la narradora/protagonista es muy realista. Trata temas como la
maternidad, la vida en pareja, la conciliación de vida personal y laboral… y el
más importante, cuya pregunta flota durante toda la novela: el origen de la
maldad.
No es
una historia alegre. En realidad, es muy cruda y dura, en muchísimos aspectos.
La realidad tan verosímil que muestra esta novela puede dejar mal sabor de boca
a más de uno, pero pese a ello, reconozco que es una obra magnífica. Es muy
fácil sentirse identificado con infinidad de situaciones, verse atrapado como
la protagonista, compartir su ansiedad y sus dudas, en definitiva: meterse en
su pellejo. Y es por ello que, pese a que el ritmo de la historia comienza de
forma extremadamente lenta, al poco tiempo se acelera y se vuelve tan
interesante que no he podido parar hasta terminar de leer, para saber cómo
acaba.
Si
estáis en un momento de bajón, o si os estáis planteando tener descendencia, no
es una obra que os vaya a ayudar. Pero si queréis meteros un chute de realidad
(dentro de lo que sabemos que es la ficción literaria), esta historia cumplirá
con creces vuestros deseos. Está bien escrita, hay multitud de preguntas abiertas
sin respuesta, la dosificación de la intriga es perfecta… Después de muchos
días de haberla terminado, aún revolotean por mi cabeza las situaciones que
aparecían en la novela. Muy recomendable.