Pantaleón y las visitadoras es la
segunda novela que leo del peruano Mario Vargas Llosa. La otra que había leído, La guerra del fin del mundo, fue hace
años, aún no había recibido el autor el premio Nobel de 2010, y aunque no
recuerdo los detalles técnicos con precisión, sí que recuerdo parte de la
historia y la buena impresión que me dejó. Tras varias recomendaciones para
leer otra de sus obras, me decidí por ésta. Veamos qué he encontrado.
La
novela fue publicada en 1973. Consta de 392 páginas. Está ambientada en Perú, y
aunque hay referencias a la capital, Lima, la mayor parte de la historia tiene
lugar en Iquitos, una población a la orilla del río Amazonas, y sus
alrededores.
La
historia comienza cuando el protagonista, Pantaleón Pantoja, es ascendido a
capitán del cuerpo de Intendencia, y se le asigna, dada su eficiencia e
impecable hoja de servicios, una “delicada” misión: la de desplazarse a Iquitos,
cerca la región fronteriza ubicada en el entorno del Amazonas, para poner
solución a los desórdenes organizados por los militares de la zona y sus
interacciones con el género femenino de la zona. Para ello, al protagonista se
le ordena la creación de un grupo de “visitadoras”, es decir, prostitutas, que
disminuyan la fogosidad de los militares desplegados. Todo ello con la mayor
discreción posible.
Sin dar
muchos detalles del entorno físico, aparte de la enumeración de localizaciones,
el autor se centra en el entorno humano, y al finalizar la lectura, queda más
patente en el lector la cultura y forma de vida de la gente que aparece en la
novela que el lugar en el que habitan.
La
narración es en tercera persona, generalmente centrada en el protagonista, pero
también está compuesta de informes militares, programas de radio… y en cuanto
al estilo de la narración, es el punto más controvertido de esta novela. El uso
de diálogos que cambian en cada párrafo, no sólo de personajes, sino también de
ubicación e incluso de tiempo, cambios que ocurren sin previo aviso, donde no
se tiene un contexto, y donde no se sabe quién está hablando (aunque se indica
después a mitad del párrafo), a mí personalmente me ha resultado confuso y
difícil de leer, porque me obligaba a repasar lo leído una vez sabía quién
hablaba y sobre qué y cuándo lo hacía. Desde mi punto de vista, hace que un
lector poco concentrado pierda detalles sobre la historia. Y ello teniendo en
cuenta que otro recurso muy usado por el autor en esta obra es la de dar mucha
información en muy poco espacio, lo que hace que, si alguien se pierde en la
lectura, toda esa información concentrada no se asimila. Salvo por ese detalle,
el estilo me ha gustado. El lenguaje militar, mezclado con el lenguaje periodístico
y radiofónico, está muy bien logrado, y generan un ambiente muy realista.
Los
personajes son el punto fuerte de esta historia. Partiendo del protagonista,
que pese a ser un cliché (militar eficiente, obediente con las órdenes,
disciplinado, centrado en su misión), los personajes secundarios son
proxenetas, prostitutas, militares y gente del pueblo llano. Muy bien definidos,
tanto individualmente, a los que dedica su atención el autor, y también cuando
están definidos como grupo.
He
leído en muchos sitios, incluso comentado por el propio autor, que el humor
está presente en toda la novela. Sin embargo, yo no lo he encontrado. Reconozco
que hay situaciones inverosímiles, diálogos y actuaciones que pueden parecer
graciosas, pero yo he sentido con más fuerza el trasfondo de la historia, la
realidad que hay detrás de esos hechos. Quizás esas situaciones llevadas al
absurdo o a la exageración es la parte “humorística” que se comenta, pero en mi
caso, como digo, no ha habido carcajada, sino reflexión sobre los hechos, por
exagerados que fueran.
Salvando,
como he dicho, la confusión que pueden generar los saltos de la trama,
reconozco que la novela es muy entretenida, la historia engancha, y el
protagonista… es difícil no cogerle cariño. Y una vez acabada la lectura,
quedan flotando por mi cabeza reflexiones sobre la doble moral que se pone de
manifiesto en la novela, y que tanto impera no sólo en esa parte del Amazonas,
sino en todo el mundo. Y otra reflexión aún mayor: que hacer las cosas de la
mejor manera posible, no sólo no es garantía de éxito, sino que se puede llegar
a conseguir lo contrario de lo que se pretendía. Y esta historia es un buen ejemplo de ello.