Los viajes de Gulliver fue publicada en 1726, del autor Jonathan Swift. En la actualidad, es una obra muy conocida que ya forma parte de la cultura popular (¿quién no conoce el país de Liliput, poblado por seres diminutos?).
El médico Lemuel Gulliver es el protagonista, y el que cuenta la historia en primera persona. Amante de los viajes y la navegación, la novela consta de cuatro partes, en cada una de las cuales Gulliver narra uno de sus viajes a países exóticos.
La historia es muy imaginativa y fantástica, apta para niños. Pero eso es sólo la primera impresión. Por medio de comparaciones entre los países que visita y su Inglaterra natal, el viajero pone de manifiesto una feroz crítica contra la sociedad, realzando lo mejor y lo peor de la misma. A medida que se avanza en la historia, la crítica se hace cada vez más patente, hasta llegado el final donde las comparaciones y las críticas llegan al extremo de parecer un folletín de propaganda política, donde se adentra en terrenos utópicos poco aplicables en la vida real, pero moralmente deseables.
Me asombra ver que la crítica que subyace en las vivencias de Gulliver, pese a haber pasado tres siglos desde su publicación, son perfectamente aplicables a día de hoy, si bien la monarquía tal como la describe, goza actualmente de menos poder que entonces (o al menos, eso parece). Eso da que pensar que los problemas políticos y sociales evolucionan poco, pero están enquistados desde hace bastante tiempo.
Antes de leerlo pensaba que era un libro infantil/juvenil, pero me ha sorprendido comprobar su complejidad. No creo que un niño pueda llegar a ver esa complejidad, pero sin embargo, la historia cuenta con muchos elementos que deben ser bastante atractivos y que estimularán la imaginación de cualquiera, por lo que lo considero una obra que bien puede estar a su alcance.
Con esta historia, creo que debe pasar como con El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, que según en el momento de la vida en que se lee, transmite una información u otra distinta, más rica y elaborada.
En cuanto al ambiente, evoca a esas novelas de aventuras, de viajes a lo desconocido (como podría ser El corazón de las tinieblas, de Conrad). Es un ambiente que a mí, particularmente, me gusta mucho. Ese romanticismo de viajes por mares desconocidos, lugares inhóspitos donde nadie ha llegado, tierras nuevas y gentes extrañas por conocer. Eso es lo que hay en Los viajes de Gulliver.
En lo que respecta al ritmo, está muy conseguido. El paso del tiempo va acorde con la narración, y cada uno de los viajes está perfectamente diferenciado por el retorno a casa del protagonista.
A los que disfruten con las novelas de aventuras, no saldrán defraudados con ésta. Aun conociendo de qué va cada uno de los viajes (por haber tantas referencias a esta historia), siempre es más rica en detalles la historia original que los filtros que llegan por otros medios, sea televisión, sea tradición oral.
Un clásico muy recomendable, y que da que pensar.