Esta novela es la segunda de la serie Bevilacqua y Chamorro. Fue publicada en el 2000, y ese mismo año recibió el Premio Nadal.
Es, como toda la serie, una novela policiaca, donde la pareja de Guardias Civiles de la unidad de homicidios investigan, en este caso, la muerte del trabajador de una central nuclear que se descubre en la habitación de un motel, desnudo.
La trama avanza siguiendo paso a paso la investigación. Empieza de cero, sin saber quién es el difunto, o si su muerte se debe a un homicidio o a un accidente. Poco a poco, el horizonte se irá ampliando, y en ese camino aparecen pistas y personajes involucrados de una u otra forma con el difunto.
La disparidad de personajes y situaciones que ofrecen pistas a seguir, en un principio aparecen como lagunas inconexas, como si la investigación estuviera yendo hacia un camino cerrado. Sin embargo, al final, todas las piezas encajan en una solución que no se descubrirá hasta pocas páginas antes de acabar la novela.
El narrador, en primera persona, es el sargento Bevilacqua, y a través de sus ojos y opiniones es como se muestra la historia.
En cuanto a los personajes, están muy conseguidos, tanto los protagonistas como los personajes secundarios. Aunque la relación entre los dos investigadores es un tanto extraña, no por ello es inverosímil. Por poner un “pero”, diré que el vocabulario y los diálogos usados resultan demasiado correctos, demasiado académicos, demasiado formales. Es cierto que añaden ambiente a la historia, pero imaginar esas conversaciones en la vida real resultaría chocante. Casi como hablar con un robot. En todo caso, teniendo en cuenta los estudios universitarios del protagonista y el Cuerpo al que pertenece, se le perdona.
Una vez más, la trama policiaca se ve inmersa en un ambiente que sirve de caldo de cultivo para la crítica social. Y en ese aspecto, el autor no ha escatimado detalles. Pone en la parrilla varios temas de debate que resultan bastante interesantes, y que no voy a decir por no fastidiar la intriga. Diré que habla de distintos tipos de corrupción, de la que, lamentablemente, tanto abunda por este país.
Me la he leído en dos días, merced al rápido ritmo de la narración. En todo momento me daba la sensación de estar tirando de una cuerda, y eso es lo que me ha mantenido enganchado hasta el final. No es la mejor novela policiaca, ni tampoco el mejor caso de investigación que he leído. Simplemente, es una lectura que he disfrutado, y la recomiendo. Ni le falta, ni le sobra nada. Correcta.
En cuanto a la película, trataré de verla dentro de poco, ahora que tengo fresca la historia, aunque no espero gran cosa. Ojalá me equivoque.