lunes, 14 de marzo de 2016

El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde

                Publicada en 1890, es la única novela del escritor irlandés Oscar Wilde, que pese a su relativamente temprana muerte, dejó un legado escrito de numerosos poemas, ensayos, cuentos y obras de teatro.
                Ambientada en Londres a finales del siglo XIX, la historia muestra la vida decadente de la alta sociedad inglesa de esa época: sus costumbres, sus prejuicios, sus anhelos… las numerosas descripciones, que a menudo frenan el ritmo de la historia, ayudan a dibujar ese escenario en el que la historia tiene lugar.
                Como cualquier novela considerada un “clásico”, el tema principal es bien conocido por mucha gente: la eterna juventud, que este caso va unida al hedonismo y al narcisismo.
                Los personajes están bien construidos y diferenciados. Destacan tres: el protagonista Dorian Gray, un joven inexperto con una belleza extraordinaria, el pintor Basil Hallward, quien queda prendado de la belleza de Dorian Gray y decide pintar su retrato, y Lord Henry Wotton, un noble conocido del pintor que se interesa por la inocencia de Dorian Gray y, como se ve a lo largo de la historia, lo irá influenciando con su corrosiva visión de la vida y la sociedad.
                La obra me ha parecido una buena lectura, si bien determinados pasajes se me han hecho lentos por las numerosas descripciones. No es que dichas descripciones sobren, ya que ayudan a situar al lector dentro del ambiente, pero sí que cortan la acción en seco y la historia deja de avanzar, como si se hubiera quedado estancada en un bucle. Por otra parte, hay algunos hechos atribuibles al protagonista que, siendo una pieza fundamental de lo que sucede en la historia, el autor no entra demasiado en detalles, simplemente deja constancia de lo que está pasando, sin ahondar. No es un gran defecto, pero personalmente eché de menos que se ampliara la información en esos puntos.
                El narrador, en tercera persona, es quien cuenta la historia desde un punto de vista neutro, aunque en determinados pasajes muestra su empatía con el protagonista. En este punto, merece la pena destacar que el autor fue juzgado por homosexualidad, y en el juicio, entre otros, se expusieron argumentos contenidos en esta novela, a lo que el autor respondió que los actos o pensamientos de los personajes de una obra de ficción no tienen por qué coincidir con los del autor. Pero no se libró de la cárcel por su “delito”.
                En este caso, como en muchos otros en los que una historia original ha sido usada como cliché para multitud de películas, series, novelas y todo tipo de situaciones, la lectura pierde parte del atractivo que ofrece la novedad, al haber tenido ya por otras vías entradas de spoilers. Pero aunque se pierda esa novedad, en este caso la novela tiene una gran calidad no sólo en la historia y cómo está relatada, sino en las conversaciones y reflexiones de los personajes, profundas, contundentes, sujetas a debate, originales, controvertidas. Es por ello por lo que animo a que, cualquiera que conozca la historia de Dorian Gray pero no haya leído la novela original, lo haga. Son 284 páginas que se pueden leer en un par de tardes. Yo, al menos, no me he sentido defraudado.