jueves, 8 de noviembre de 2012

Madame Bovary, de Gustave Flaubert

                Esta novela de 1857 escrita por el francés Gustave Flaubert está considerada como una obra maestra encuadrada dentro del género llamado “realismo”.
                Tengo que reconocer que cuando empecé a leerla, ya había buscado referencias sobre la obra, y todas la alababan y ponían en un pedestal. Sin embargo, leído más de la mitad del libro, la impresión que me dejaba es que era un tostón. Mi definición de tostón: acumulación de frases que narran hechos y lugares con abundancia de ornamentos y con un estilo poético, pero que no dicen nada. A lo anterior se añaden pasajes en los que el autor se va por las ramas y cuenta historias que nada tienen que ver con el hilo principal de la historia.
                No me podía creer que una obra con tanto renombre fuera tan infumable (aunque no por ello le voy a dar una segunda oportunidad a Rayuela, Julio Cortázar, qué bien me la colaste), así que seguí leyendo, pero con la mosca detrás de la oreja, que aún tengo reciente el regusto amargo de lo mala que era Cincuenta sombras de Grey, y eso que no paro de ver gente paseando el libro por la calle. Más o menos a partir de la mitad, empieza a haber algo de movimiento por fin, y es ahí donde empieza el verdadero meollo de la historia, de tal forma que al acabar, acaba mereciendo la pena el sacrificio de haber pasado por páginas y páginas de morralla que parecía que no llegaban a ninguna parte.
                El realismo se ve bien reflejado en esta obra, y en cuanto al tema, son varios los que aparecen: el amor, la infidelidad, el desencanto, la vida de la burguesía francesa de esa época… todo ello descrito con un estilo pulcro y limpio, a veces poético.
                Los personajes son, sin duda, el punto fuerte de la obra. Son dos los principales: madame Bovary y su marido, aunque también hay otros personajes secundarios que el hecho de ser secundarios no hace que estén poco desarrollados, sino más bien al contrario. Pero centrándome en los protagonistas principales, diré que me han parecido unas construcciones soberbias, especialmente la que da nombre a la novela. Su forma de ser, su comportamiento y su evolución es obra de un profundo análisis psicológico, tarea ardua, aunque primordial para cualquier escritor. En este caso, Flaubert lo ha bordado.
                No menos importante es el ambiente en que tiene lugar la historia. La vida que transcurre en el pueblo y en la ciudad es descrita con lujo de detalles, así como la forma de pensar y vivir de los que ahí habitan.
                Se puede decir mucho más sobre esta novela, pero me costaría trabajo hacerlo sin dar detalles sobre la historia en sí, lo cual es contrario a lo que pretendo con mi análisis. Como resumen, diré la impresión general que me deja Madame Bovary: es una historia lenta, que avanza a paso tranquilo, tan tranquilo que puede llegar a ser desesperante, pero una vez superado determinado umbral, se despliega el núcleo fundamental de la misma y aumenta la complejidad, llegando hasta un final tan lógico como inevitable, lo cual no hace sino aumentar la belleza de la historia.
                Obra no apta para lectores de best-sellers que buscan acción desde las primeras páginas.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza

                Esta novela corta comenzó mediante entregas en un diario y finalmente fue publicada como novela en 1991. El autor barcelonés Eduardo Mendoza ambienta la historia en esa Barcelona pre-olímpica, y con un toque de humor y crítica social, da forma a las disparatadas vivencias de dos extraterrestres que aterrizan cerca de la ciudad y cuentan su experiencia según su propia visión de lo que sucede.
                La historia está narrada en forma de diario, donde el extraterrestre protagonista va anotando los hechos acaecidos y la hora a la que sucedieron. Tras el aterrizaje,  la desaparición de uno de los extraterrestre origina su búsqueda por parte del protagonista, y esa es la trama principal de la novela.
                La visión del protagonista impregna de subjetividad el relato, y su candidez es la que da ese toque humorístico a la realidad que se presencia. Sin embargo, estamos en 2012, y hace ya más de veinte años de la publicación de la obra. Suele suceder con las obras humorísticas que aguantan mal el paso del tiempo. Están escritas en un momento determinado y muestran la realidad de ese momento. Eso hace que las personas que vivieron ahí, vean un reflejo de la sociedad de entonces que les haga sentir nostalgia y apreciar los toques humorísticos, pero por otra parte, los que no conocieron ese entorno, perderán gran cantidad de detalles de la obra, como ha sido mi caso. Aunque he pasado un momento entretenido con su lectura, hay ciertos pasajes que me han parecido desfasados, con una sensación parecida a la que deja ver una película que en su momento nos pareció soberbia y, años después, se vuelve a ver y se aprecian cantidad de fallos o detalles que ya no tienen cabida en el mundo actual.
                El ritmo es frenético, todos los hechos se suceden sin tregua. Si a eso se añade que la obra no es muy extensa (144 páginas), nos queda una novela que puede ser leída tranquilamente en una tarde.
                Hasta el momento, es la única obra del autor que he leído. No me ha parecido gran cosa, pero me ha gustado ese estilo fresco y natural. Además, pese a lo absurdo y subjetivo del argumento, oculta una reflexión sobre la sociedad de esa época no tan lejana que, siendo objetivos, no ha cambiado apenas desde entonces (al menos en el fondo, no así en la forma).